Cuerpo Hablado, Lenguaje Encarnado
Este artículo fue presentado en el 1er Simposio en línea de GASi en análisis grupal, “Las lenguas de los grupos: el poder de incluir y excluir” 4-6 de septiembre de 2020.
Introducción
Este trabajo nace de la experiencia con diversos grupos clínicos y en particular con los grupos de formación conducidos por las autoras durante 15 años en el máster de Danza Movimiento Terapia de la Universidad Autónoma de Barcelona.
El objetivo es, en primer lugar, mostrar el modo en el cual un determinado uso del lenguaje puede contribuir a consolidar el tipo de presencia necesaria para que el gesto pueda expresar el sentir y exteriorizar la energía de los impulsos profundos. Dicho de otro modo, esta presencia, que se logra solo a través de una práctica de atención al momento presente es condición necesaria para consolidar la consciencia[1] encarnada[2]. Esto puede permitir que los niveles implícitos[3] de la experiencia, no conscientes pero siempre presentes en la comunicación, puedan ser reconocidos e incluidos.
Partimos de dos presupuestos. El primero es que dicha presencia es fundamental para superar una cierta “ceguera” en relación a los estados internos del cuerpo, provocada por el complejo desarrollo cultural y tecnológico de nuestra civilización. Se trata de recuperar la capacidad de “sentir” que “bajo cada una de nuestras imágenes del mundo está la imagen de nuestro propio cuerpo palpitando de vida” (Damasio, 2000; pág. 46).
El segundo de nuestros presupuestos se basa en una paradoja. Si bien concordamos con la visión de Lakoff y Johnson (1999) para los cuales el lenguaje es generado desde la encarnación, y en consecuencia, es siempre una metáfora de la acción y de la experiencia en sí, al mismo tiempo compartimos la opinión de Stern (1987) que ve en el lenguaje de uso común un elemento que, por el hecho de separar la realidad en categorías discretas, conceptuales, contribuye a relegar la experiencia no verbal al fondo de la consciencia.
El trabajo describe algunas prácticas, a través de las cuales la DMT, intenta superar esta fractura a través de formas de verbalización que evitan, por completo, interpretaciones para enfocarse en la descripción de la experiencia íntima. Consideramos que este intento, en un cierto sentido destinado al fracaso, dado que la experiencia no verbal es en realidad indecible, tiene el valor de favorecer la evocación de lo vivido, que permanece por más tiempo en el primer plano de la consciencia, y enriquece al mismo tiempo el lenguaje de imágenes y metáforas. En síntesis, amplifica el espacio psíquico y la dimensión poética de la palabra, facilitando la capacidad narrativa.
Este tipo de prácticas propuestas en la formación, mantiene activa la presencia hacia sí mismos también durante el intercambio verbal entre los miembros del grupo. Presencia que se percibe no solo a través de los aspectos no verbales del mismo lenguaje (entonación, pausas, intensidad, modulación del timbre de la voz, puntos de resonancia de la misma en el cuerpo, etc) sino también a través de la actitud corporal de los participantes.
Se afrontará además la relación entre este tipo de presencia y la autenticidad, dado que esta es uno de los objetivos de toda terapia; se tratará de considerar el modo en que la primera puede promover el reconocimiento recíproco de los participantes favoreciendo así un ambiente inclusivo.
Por último, se verá también, cómo una comunicación caracterizada por una cierta armonización entre las dimensiones no verbal y verbal, puede influir en el campo del grupo. Es decir “el campo común que contiene a todos los participantes incluyendo el terapeuta” (Neri, 2004) y que se configura como un entramado fluido generado por las resonancias de la funciones somáticas y mentales básicas(como la respiración, el tono muscular, la angustia, la relajación, la atención) ( Neri, C, 2011) El campo se hace presente a través de la conciencia implícita de los participantes, y en los casos en los que se configura mediante del “entonamiento colectivo” puede ser portador de fuerzas vitales, favorecer la capacidad de “ser presentes” y estimular un sentimiento de pertenencia.
Qué es la Danza Movimiento Terapia
Conscientes de que la palabra danza evoca ideas preconcebidas y de que nuestra disciplina es poco conocida comenzaremos precisando cuál es la especificidad de la Danza/Movimiento Terapia (DMT) tal como la consideraremos en este trabajo.
Si bien hoy existe una multiplicidad de enfoques que se reconocen en el nombre de Danza Movimiento Terapia en términos generales podemos decir que la esencia de la DMT consiste en promover el proceso creativo a través del movimiento expresivo. La palabra creatividad, por su excesivo uso puede sonar hoy como algo anticuado y vacío de significado. Se nos permita, sin embargo, citar a D. Winnicott, un autor no precisamente actual, pero que ha ofrecido solidas bases para sucesivas elaboraciones posteriores.
Es sabido que para el autor la creatividad es un impulso natural del ser humano, expresión de vitalidad e índice de salud psíquica. Es la “energía fundamental, de base, que guía el desarrollo de una persona” (Winnicott, 2008, p 96), que se exterioriza ya en el juego del niño con su propio cuerpo y se desarrolla impetuosamente, siempre que el ambiente ofrezca adecuadas condiciones.
El proceso creativo comporta siempre alguna forma de incidir en la realidad, Implica un particular modo de integrar la dimensión del “hacer” con la dimensión del “ser”. El hacer creativo supone siempre algún tipo de contacto con la riqueza de nuestro mundo interior, sensaciones, estados de activación, emociones, pero también de memorias, estados de consciencia y estados generales de nuestro Self. De esta fuente, estimulada por el encuentro con el mundo, nace el impulso de actuar creativamente.
Al mismo tiempo el proceso creativo es también un modo de conocer, de conocerse a si mismo o de conocer el mundo
“(…) Verdaderamente son pocos los que saben de la existencia de un pequeño cerebro en cada uno de los dedos de la mano, en algún lugar entre falange, falangina y falangeta.(…) Para que el cerebro de la cabeza supiese lo que era la piedra, fue necesario que los dedos la tocaran, sintiesen su aspereza, el peso y la densidad, fue necesario que se hiriesen en ella(…)
José Saramago,”La caverna”, sobre las manos del alfarero. Editorial Alfaguara, 2000
Crear con el propio cuerpo
El cuerpo es parte activa en todo proceso creativo, y al mismo tiempo, es modificado por el proceso de crear. Sin embargo, el proceso creativo a través del cuerpo y su movimiento, es decir la danza que propone la Danza Movimiento Terapia, tiene características especificas.
Para quien no conoce esta disciplina la palabra danza puede evocar simplemente el moverse acompañado por la música. Sin embargo, no consideramos creativo todo movimiento en el mismo modo en que Winnicott sostenía la posibilidad de que ciertos artistas, aun virtuosos y exitosos pudiesen no ser creativos.
La especificidad del proceso creativo a través del cuerpo y su movimiento está en el hecho de que coincide quien crea y aquello que es creado. La danza, como se la entiende en DMT, requiere profundizar la capacidad receptiva hacia el trasfondo corporal de la experiencia del existir. Algo que nos acompaña a lo largo de nuestra vida, aunque no siempre seamos conscientes de ello. (Stern 1987, Damasio 2000) La consciencia receptiva nos permite percibir la energía naciente de nuestros impulsos profundos y captar el potencial que los mismos tienen para desplegarse en un gesto expresivo, intencional, voluntario y con forma reconocible.
Esta manifestación articulada y, consciente del dinamismo de nuestras vivencias, esta forma de danza / movimiento puede ser considerada una forma de simbolismo no verbal que, según la teoría del código múltiple de Bucci (1997)[4] cumple una función organizativa e integradora. Se trata de imágenes mentales que, aunque presentes en la conciencia, no pueden traducirse en palabras, pero despiertan en nosotros una multiplicidad de nuevas experiencias sensoriales, emocionales, imaginativas y también reflexivas. De esta forma se enriquece nuestro sentido del Self y se abre también el camino a una forma de conciencia simbólica verbal. Esta danza/movimiento nace de un impulso, pero a medida que evoluciona se convierte en algo más, representa algo más, ya no exclusivamente el impulso que la generó.
El alejamiento del cuerpo
El proceso creativo, particularmente el que se realiza a través del cuerpo y su movimiento, encuentra muchos obstáculos. No consideraremos, en este trabajo, aquellos relacionados con conflictos internos o aspectos patológicos, sino aquellos que pertenecen al orden del desarrollo normal de los seres humanos.
Nuestra primera infancia se caracteriza por una relación directa con la vitalidad del cuerpo, pero a medida que crecemos, adquirimos nuevas habilidades; aprendemos a hablar y pensar, a afrontar las crecientes necesidades del entorno y esto nos aleja de la experiencia del cuerpo sentido. Nuestros movimientos voluntarios se disocian de nuestros impulsos profundos. Nuestra forma de percibir también se transforma, y nuestra forma original de vibrar al encontrarnos con el mundo se retira al fondo de nuestra consciencia. Ya no percibimos el cuerpo en manera global sino segmentada (Stern,1987). Esta ceguera “tiende impedirnos captar el origen y la naturaleza de lo que llamamos Self “(Damasio 2000, pág. 45) y en consecuencia empobrece nuestra creatividad y frecuentemente afecta la salud mental. Sin embargo, ejercitando un cierto tipo de atención / conciencia, es posible recuperar la capacidad de “sentir” que “bajo cada una de nuestras imágenes del mundo está la imagen de nuestro propio cuerpo palpitando de vida” (Damasio 2000, pág. 46)
“En nuestra infancia, cuando mirábamos un avión en el cielo, todo el cuerpo miraba hacia arriba. Cuando nos inclinábamos para mirar un insecto, todo el cuerpo lo hacia, pero luego, gradualmente, comenzaron a mirar solo los ojos, con un movimiento limitado del cuello. Cuando buscamos algo, solo se extiende el brazo. Cuando caminamos, solo caminan las piernas. La excitación corporal, la acción total de todo el organismo, se fragmenta en gestos separados. El hermoso flujo de energía, el sentido de conexión, ha desaparecido “(Whitehouse, en Pallaro 2003 p. 45)
Lenguaje y experiencia no verbal
Como lo precisa Stern (1987) la adquisición del lenguaje permite una enorme expansión de las experiencia interpersonal. Permite imaginar y representar las cosas en la propia mente, comunicar más fácilmente las propias experiencias, construir significados compartidos, usar signos y símbolos . Al mismo tiempo posibilita la consideración del sí mismo como una entidad objeto de reflexión, a partir de lo cual comenzar a construir la la narración de la propia vida.
Si bien concordamos con la visión para la cual el lenguaje es generado desde la encarnación (Merleau-Ponty 1962; Lakoff y Johnson, 1999; Gallese & Lakoff, 2005; Gibbs, 2005; citados en Toro, 2010 y en Koch&Fichman, 2011) y en consecuencia, es siempre una metáfora de la acción y de la experiencia de sí, al mismo tiempo compartimos la opinión de Stern (1987) que ve en el lenguaje de uso común un elemento que, por el hecho de separar la realidad en categorías discretas, conceptuales, contribuye a relegar la experiencia no verbal al fondo de la consciencia. El mismo autor señala algunas causas por lo que esto sucede:
“El lenguaje especifica la modalidad sensorial en uso en contraste con la no especificación amodal” (Stern 1987, p.184), es decir, la sensibilidad global del cuerpo sentido.[5]
Por la misma razón, es difícil encontrar palabras para comunicar estados internos, que no son discretos. Muchas experiencias motivadas por las relaciones intersubjetivas encuentran la misma dificultad para ser comunicadas.
Por último, existe un cierto interés social en mantener ciertos niveles de la comunicación fuera del “sistema del lenguaje formal”, para permitir la posibilidad de retractarse de los mismos. La consecuencia es que “aquello que se puede negar a los demás se vuelve en manera siempre creciente negable a nosotros mismos”( Stern 1987, p 186)
Así, el distanciamiento entre experiencia personal e interpersonal y su representación, crea un espacio para que emerjan construcciones neuróticas. Siendo también uno de los motivos para el sentimiento de falta de unidad entre cuerpo y “mente” que frecuentemente experimentamos.
Esta fisura incide también sobre la posibilidad de ser y sentirse auténticos. Consideramos de acuerdo con Neri (2008) que la autenticidad, una de las finalidades de toda terapia, está directamente relacionada con la experiencia de “ser uno mismo”. Para el autor nace de la certeza de poseer un núcleo consistente en el propio Self, que se experimenta en manera no verbal y sobre el que se funda nuestro sentimiento de estar vivos y en salud.
La autenticidad, implica también sentir el derecho de hablar con la propia voz de manera espontánea y no complaciente, pero al mismo tiempo hace posible asumir la responsabilidad de las relaciones personales y tomar conciencia de los efectos de las palabras y acciones de uno en el otro. Volveremos sobre este tema más adelante en relación a la comunicación en los grupos y a la posibilidad de crear condiciones favorables a la inclusión.
La propuesta de la DMT para un lenguaje encarnado e inclusivo
Teniendo en consideración todo lo dicho hasta aquí resulta evidente que el objetivo de la Danza Movimiento Terapia consiste en abrir a la consciencia lo que ha quedado sumergido, llevando para eso el foco de la atención a la dimensión implícita de nuestra existencia.
Esto se puede lograr solo a partir de un salto, en nuestro nivel de consciencia Dicho en otras palabras significa desarrollar la capacidad de estar presentes a nuestra experiencia, utilizando nuestro potencial de atención para alcanzar un estado de escucha; una forma de auto observación que permita llevar a la consciencia aquello que es no verbal y no simbólico, o más bien subsimbólico, según la teoría del código múltiple. Como ya dijimos, en la DMT se busca lograrlo mediante la exteriorización de los estados interiores, de la energía vital, a través del movimiento expresivo / creativo. Dando forma a los mismos se accede al nivel que Bucci ha llamado simbólico no verbal (Bucci, W; 1997).
Esta forma de presencia no puede ser lograda sin sanar al mismo tiempo la brecha entre experiencia del cuerpo y experiencia verbal. Por este motivo, el trabajo propuesto por la DMT se desarrolla desde dos direcciones que confluyen y se refuerzan en manera circular.
Por un lado, se promueve el contacto con el cuerpo vivido a través de formas de improvisación[6] estimuladas por momentos de atención hacia nuestras constantes fluctuaciones somáticas, hacia nuestro constante vibrar.
El cuerpo que vibra como lo ha percibido un paciente psiquiátrico
El dibujo de su cuerpo, realizado por un alumno en formación de DMT, después de un seminario de una semana
Obviamente el modo en el que se desarrolla el trabajo varía en función de las diferentes problemáticas clínicas y del grado de autonomía expresiva de los miembros del grupo. (García,2010)
Desde la dirección opuesta se busca recuperar la “corporeidad” de la palabra. En cada sesión, el grupo reunido en círculo, tiene un tiempo dedicado al intercambio verbal. Es frecuente, sobre todo en los momentos iniciales, que se observe una escisión entre ambos planos, junto con el tentativo y la demanda de encontrar interpretaciones para lo vivido. Si bien esto podría ser semejante a lo que ocurre en los comienzos de un grupo de terapia verbal; en DMT, cuyo objetivo principal es reintegrar cuerpo y mente, es fundamental que las palabras no vuelvan a oscurecer aquello que se ha experimentado
Por esto motivo, en el training del Máster de la UAB de Barcelona se incluyen una serie de prácticas que tienen la finalidad de distinguir y ejercitar la capacidad de describir, sin interpretar y sin juzgar, la vivencia. Dichas prácticas, si bien son más frecuentes y necesarias al principio, pueden ser propuestas a lo largo del proceso según las necesidades del grupo.
El diario
Aquello que acompaña al participante desde el inicio y durante toda la duración del grupo es la escritura de un diario de su propio proceso. Esta mediación a través de la escritura realizada de manera privada/intima, da tiempo y tranquilidad para buscar palabras adecuadas. Es frecuente que las personas digan que no pueden pasar rápidamente de la experiencia de movimiento a la palabra.
Como dijimos en la introducción, existe una distancia incolmable entre lo sentido y lo dicho, sin embargo el tentativo de describir tiene dos consecuencias muy importantes: favorece la evocación de lo vivido, que permanece así por más tiempo en el primer plano de la memoria, y enriquece también el lenguaje de imágenes y metáforas.
El siguiente es un fragmento de sus diarios, compartido por dos alumnos del máster de DMT en la Universidad Autónoma de Barcelona.
“El peso de la tristeza y de la angustia se apoderan de mi cuerpo blando.
Me siento con tensiones en el cuello y en la cadera.
He soñado tres veces que destrozo la placa del odio con mis dientes.
Al soltar, al ablandarme, un mar de lágrimas lava mi cuerpo pesado.
Me siento blando y pesado.
El calor del sol me acompaña, al igual que la voz y el corazón de mi grupo.
He sentido miedo. Me he sorprendido de mi mismo.
Y en ello me siento VIVO, a pesar de en el tiempo estar suspendido”.
J.
“Cierro mis ojos. Respiro. Siento surgir un impulso fuerte en las piernas; llena mi cuerpo, toma espacio dentro y fuera de mí. Se transforma. Me transforma. Me da forma. Y dejo que mi imaginación guíe mis pasos. Y esta energía fluía libremente dentro y fuera; hasta hacerme sentir que ya no había dentro ni fuera. Y si a mi lado una pequeña hoja vibraba cosquilleada por el viento, vibraba yo con ella.
Podía oírme a mí y a mis compañeros, los árboles y las hojas, la tierra y el horizonte, el cielo y las texturas del aire. No fui yo quien quiso ni decidió. No hubo pensamiento, excepto para dar forma a mis sentimientos”.
S.
La narración hablada
A medida que se va adquiriendo familiaridad con esta forma de narrar la experiencia y va creciendo la confianza recíproca, se pasa a describirla oralmente a un compañero/a o a un pequeño grupo. En estos casos el rol del compañero consiste simplemente en escuchar, pero se le pide que trate de observar su propia experiencia interior al hacerlo.
Así también quien narra su precedente vivencia tiene la oportunidad de observar y posteriormente describir la nueva experiencia somática y emocional que implica el compartir.
Liberado de la necesidad de responder, la persona que escucha puede no solo registrar los cambios en el estado de su cuerpo, estimulados por el hecho de escuchar, sino también pensamientos, imágenes, recuerdos y o juicios que puedan aparecer. Tiene también el tiempo para notar la influencia que estos últimos pueden tener sobre la posibilidad de mantenerse presentes hacia el flujo no verbal profundo.
Dependiendo del momento en que se encuentra el grupo, los miembros de la pareja pueden simplemente confiar a su diario personal las vivencias despertadas por el narrar, el ser escuchados y el escuchar. En en otras ocasiones, avanzado el proceso, pueden comunicarse recíprocamente lo que han experimentado. Esta última alternativa, se propone cuando los participantes han desarrollado ya una cierta capacidad de acoger la experiencia subjetiva de los otros y de comunicar la propia, evitando juicios e interpretaciones. Desde los momentos iniciales, sin embargo, estas experiencias ofrecen material para la reflexión colectiva en el círculo verbal final del grupo[7]
No podremos en este trabajo detallar todas las variantes de esta propuesta que dependen, como ya se mencionó, tanto de las características del grupo como del momento en el que el mismo se encuentra. Sin embargo, debemos puntualizar que es una práctica válida cuando los participantes tienen suficiente integridad del propio yo y es particularmente útil en los grupos de formación.
En esta manera se van creando las condiciones para que los participantes puedan desarrollar la capacidad de estar presentes, para que emerja algo que podemos llamar el “testigo interior”, es decir la consciencia receptiva capaz de observar la propia experiencia sin condicionarla. Cuando esto se logra, se observa un crecimiento paralelo en la capacidad de improvisar libremente con el propio movimiento y en la mayor fluidez y autenticidad en el intercambio verbal colectivo. Es como si dos formas de narración pudiesen en un cierto sentido confluir , influyéndose recíprocamente.
Como dijimos en la introducción esta presencia que se percibe no solo a través de los aspectos no verbales del mismo lenguaje (entonación, pausas, intensidad, modulación del timbre de la voz, puntos de resonancia de la misma en el cuerpo) sino también a través de la actitud corporal de los participantes. Se nota una mayor concordancia entre los dos planos, verbal y no verbal de la comunicación.
Este lenguaje, que podemos llamar inclusivo de la experiencia implícita, tiene también la potencialidad de ser inclusivo para los distintos participantes porque favorece el reconocimiento recíproco y el crecimiento de un sentimiento de pertenencia que en ocasiones se expande hasta hacer sentir la más amplia comunidad de los seres humanos.
Cuando se logra este nivel de comunicación se crean las bases para suavizar los conflictos religiosos o políticos que puedan estar presentes. Para J.Adler la consciencia receptiva, la presencia, es lo que nos permite reconocer “la conexión a nivel corporal entre las personas” (Pallaro, 2003 pág 179) y abrirse a la consciencia intersubjetiva que genera transformaciones y que, posteriormente, puede nutrir la conciencia reflexiva y simbólica.
Hemos podido observar que en estas condiciones disminuye el peso de las desigualdades en el dominio de la lengua, algo particularmente evidente en el training de DMT de la UAB donde muchos alumnos pertenecen a distintas culturas pero hablan en castellano, una lengua que no es la propia.
Cuando esta forma de presencia hacia sí mismo acompaña el intercambio verbal se nota una clara influencia en el “campo del grupo, es decir, el campo común que contiene a todos los participantes del grupo incluyendo el terapeuta” (Neri, 2004 p.85). Son más frecuentes los momentos de entonamiento o sincronización entre los miembros, lo que favorece que el grupo se perciba como una totalidad con un clima afectivo común. Momentos en los cuales, para la psicología interpersonal se hace más evidente la vida mental y afectiva como una co-creación social (Stern, 2005, Dosamantes-Beaudry, 2007).
Los momentos en los que el campo del grupo logra una cierta sintonización pueden ser portadores de fuerzas transformativas y estímulo para la consciencia intersubjetiva. Para Stern, en el niño es a través de la consciencia intersubjetiva que la experiencia implícita se hace consciente, es decir cuando “a nuestra presencia se suma la presencia del otro que a su vez se refleja en sus ojos, en su cuerpo, en el tono de voz y así sucesivamente” (Stern, 2005, p. 104). Para J.Adler el crecimiento de nuestra conciencia encarnada, intersubjetiva nos revela nuestra pertenencia al “cuerpo colectivo”, profundamente vinculada con la fuente de nuestra de la humanidad.
Si tu eres en mi,
entonces sabes que estoy lleno de esperanzas, de miedos y dudas, que soy fuerte y a la vez vulnerable. Sabes que deseo profundamente ser visto, acogido.
Si yo soy en ti,
entonces yo sé de tu esperanza, de tus temores, de tu fuerza y de tu vulnerabilidad. Sé que deseas ser amado así como eres”
Janet Adler
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Notas
[1] “La consciencia nace cuando el cerebro adquiere el poder de contar una historia sin palabras que se desarrolla dentro de los confines del cuerpo, la historia…. de los estados del organismo viviente”(Damasio 2000, p.47)
[2]”En la perspectiva embodied , tanto la cognición como los afectos están enraizados en el presente y el pasado del cuerpo” “La cognición (incluyendo percepción, memoria y lenguaje) están enraizados en el cuerpo y pueden ser descriptos en términos de sus funciones” (Koch 2006,p.192) . Traducción de las autoras.
[3]Il livello implicito dell’esperienza é “non simbolico,non verbale,procedurale e inconsciente ( en el sentido che no es reflexivamente consciente”) ( Stern 2005,p93)
(…) es un fenómeno muy complejo , que no se limita solo a los procesos motores sino que incluye
también afectos, expectativas, cambios en el nivel de activación y de motivación y estilos cognitivos
(Stern2005,p.94)
[4] Según Stern (2005) Bucci (1997,2001) distingue tres categorías: el código subsimbólico no verbal que se refiere a experiencias continuas y analógicas, el código simbólico no verbal que incluye experiencias e informaciones no verbales y el código simbólico verbal.
[5]Para Stern la percepción amodal, es decir la percepción global no canalizada a través de un sentido específico, siempre presente en las relaciones intersubjetivas precedentes a la adquisición del lenguaje, es lo que permite los fenómenos de entonamiento entre la madre y el niño. Supone además, y esto es lo más importante para este trabajo, ser modificados por el mismo hecho de percibir. El lenguaje orienta hacia la especialización de las diferentes modalidades sensoriales introduciendo una fractura en lo hasta entonces era vivido como continuo, cambia al mismo tiempo, la percepción del mismo cuerpo que se siente compuesto por “partes” y frecuentemente no se capta el flujo energético entre las mismas.
[6]Sobre lo que se quiere decir cuando se hace uso del término improvisación se puede consultar el capítulo correspondiente al libro Movimento Creativo e Danza de García, Plevin Macagno (2006). Gremese Editore. Roma
[7] Este tipo de procedimiento está basado en los principios de la disciplina del Movimiento Autentico, en particular en la forma propuesta por Janet Adler. El movimiento Autentico, una práctica seguida por muchos profesionales de la DMT para mantener viva la propia presencia, tiene una estructura y una ritualidad especificas, sin embargo sus principios ofrecen elementos que pueden modelar el modo de trabajar en otras formas de DMT. En lo que se refiere al uso del lenguaje Janet Adler reconoce la potente influencia recibida de John Weir.
Maria Elena Garcia
Psicoterapeuta, danza/movimiento terapeuta, docente del Master en Danza/movimiento Terapia de la Universidad Autónoma de Barcelona
ml2770@mclink.it
www.movimentocreativo.it
Maria Laura Villarreal
Psicologa, danza/movimiento terapeuta, docente del Master en Danza/movimiento Terapia de la Universidad Autónoma de Barcelona
malalavillarreal11@gmail.com