El Proceso Grupal en la Formación en Danza Movimiento Terapia espacio de transformación en tiempos de incertidumbre. Algunos apuntes sobre el grupo operativo

María Elisa Al Cheikh et al

The Group Process in Dance Movement Therapy Training: a space of transformation in times of uncertainty. Some notes on the operative group.

El grupo operativo, en la medida eu que pemite aprender a pensar, permite vencer, a través de la cooperación y la complementariedad en la tarea, las dificultades del aprendizaje que se manifiestan en el campo grupal.
Pichon-Riviere

Abstract

El siguiente ensayo tiene como objetivo describir, caracterizar y comprender el proceso grupal dentro de la Formación en DMT como un proceso que contribuyó a crear resiliencia y transformación subjetiva para encarar lo formativo en el contexto de los graves conflictos sociales, económicos y políticos presentes actualmente en Venezuela.

El análisis y la comprensión del proceso grupal lo haremos a la luz de algunos posicionamientos teóricos grupales, entre los que destaca la teoría grupal de Pichon-Riviere, ya que sus planteamientos nos han servido para leer y comprender el proceso grupal de la Formación, en tanto aquellos establecen una relación estrecha entre dicho proceso y las condiciones de producción de éste.

The following essay aims to describe, characterize and understand the group process within a Dance Movement Therapy Training, as a process that contributed to creating resilience and subjective transformation while facing the training in the context of the current serious social, economic and political conflicts in Venezuela.

The analysis and understanding of the group process will be done in the light of some group theoretical positions, among which Pichon-Riviere’s group theory stands out, since its approaches have helped us to read and understand the group process of the training, through establishing the close relationship between this process and the conditions which produce it.


Este ensayo intenta dar cuenta de un proceso grupal dentro de una Formación en DMT centrada en los procesos grupales o lo que Pichon-Riviere llamó la psicología social. En este sentido, la lectura de las transformaciones del grupo fueron realizadas desde la comprensión de éste como “grupo operativo” por la utilidad que nos aportó esta visión.

Pichon-Riviere (2006) afirma que el grupo es una unidad básica de trabajo e investigación entendida como estructura básica de interacción; es un “conjunto restringido de personas, ligadas entre sí por constantes de tiempo y espacio y articuladas por su mutua representación interna, que se propone en forma explícita o implícita una tarea que constituye su finalidad” (p. 209). Los elementos que constituyen el campo grupal pueden ser organizados, es decir, la interacción puede ser regulada para potenciarla o hacerla eficaz en relación con su objetivo. Así se origina la técnica operativa del grupo para instrumentar la acción grupal, centrada en la tarea, en tanto camino para el logro de sus objetivos. Esta técnica está dirigida a que el grupo conforme un ECRO, “donde las contradicciones relativas al campo de trabajo deben referirse al campo mismo de la tarea grupal” (Pichon-Riviere, 2006, p. 211).  El aprendizaje debe partir del análisis de las situaciones cotidianas para alcanzar un conocimiento objetivo a lo largo de sucesivos momentos comprensivos.

El ECRO designa al Esquema Conceptual, Referencia y Operativo con el que se puede operar en el campo del análisis grupal. Esquema refiere a un conjunto organizado de conocimientos (conceptos universales) que aporta y ofrece líneas de trabajo e investigación psicológica o científica de cualquier índole, es decir, permiten una aproximación adecuada al objeto específico de estudio. Según el autor (2006) “el descubrimiento se hace posible por la adecuación de la hipótesis que se hace el investigador a la realidad (fenómeno investigado). El esquema conceptual y referencial es un instrumento de aprehensión  y compresión de ciertas realidades.

El aspecto referencial refiere al campo sobre el que se piensa y opera. La operatividad refiere a la adecuación de lo pensado con el objeto. Es decir, la posibilidad de promover dialécticamente un cambio creativo o una adaptación activa a la realidad. Esta manera de trabajar está orientada al cambio, a través de la realimentación de la teoría por medio de su confrontación con la práctica. En este sentido Pichon-Riviere (2006) lo llama grupo operativo porque “apunta hacia una dirección determinada para comprenderla y dirigirla, siendo el grupo nuestro instrumento para el logro de una tarea” (p. 218). Lo que acontece en el GO dota al sujeto de instrumentos para operar en la realidad. Como técnica, contribuye con “resolver las dificultades internas de cada sujeto, los estancamientos y el pensamiento dilemático” (Pichon-Riviere, 2006, p. 219) a través de la tarea que contempla el esclarecimiento de las resistencias al aprendizaje en tanto cambio. El ECRO está orientado hacia la tarea y el aprendizaje, que permite una comprensión horizontal y vertical de una sociedad cambiante y la relación del individuo con su entorno. Permite la planificación que implica: estrategia, táctica, técnica y logística (definición del campo operacional, la metodología y la evaluación de la operación).

La tarea se plantea de manera explícita o implícita en el grupo y constituye su finalidad u objetivo. Ésta y la estructura grupal se relacionan en un contexto donde surgen fantasías inconscientes que obedecen al modelo del “acontecer del grupo interno” (Pichon-Riviere, 2009, p. 143). Estas fantasías proyectadas en el grupo deberán ser esclarecidas (mediante hipótesis acerca de la fantasía grupal) como forma de resolución del conflicto, en términos de operatividad, para hacer posible la creación, es decir, la  ruptura del estereotipo (contraria a las nociones de evaluación, aprendizaje y creatividad) como transformación de lo real. Es decir, los esquemas y modelos internos se confrontan y cambian en la situación grupal, configurándose por medio de la tarea un nuevo esquema referencial que emerge de la producción grupal.

Precedentes e inicios de la formación

Dos años después de una ardua e intensa labor de difusión emprendida por la recién fundada Asociación Venezolana de DMT se abre la formación en Septiembre de 2016 a cargo de María Elisa Al Cheikh y Daniela Pinto quienes conformaron una primera alianza que luego estaría conformada por María Elisa Al Cheikh y Camilo Artaza.

Después de un proceso de selección conformado por un ciclo de tres Cursos Introductorios de fin de semana,  entrevistas personales y la revisión curricular, ingresaron 16 personas. En éste participaron cerca de 40 personas. Se evaluaron aspectos como experiencia, nivel educativo, conocimientos psicológicos y de danza, experiencia en el trabajo corporal, terapia personal y otros aspectos.

El grupo estaba conformado por 13 mujeres y 3 hombres, provenientes de distintas zonas del país y de diferentes contextos profesionales : bailarines, psicólogos, educadores, terapeutas de otras escuelas de psicoterapia y un ingeniero, de edades muy variadas (entre los 23 y los 68 años). Esta conformación inicial no es casual, sino que responde a una de las leyes básicas de la técnica de grupos operativos “a mayor heterogeneidad de los miembros y mayor homogeneidad en la tarea, mayor productividad” (Pichon-Riviere, 2006, p. 151).

En diciembre de 2016  queda a cargo completamente de la Formación María Elisa Al Cheikh, junto con un equipo de profesionales que se fue conformando paulatinamente, en vista de que la mayor parte de las profesionales de la DMT se habían marchado fuera del país o no era posible contar con su participación, en parte debido a la crisis.

Entre marzo y mayo del 2017 egresaron cuatro estudiantes, 3 por motivo de éxodo del país (una estudiante y dos estudiantes hombres) y una estudiante por dificultades personales para sostener la formación.

La formación funcionó durante el primer año en la Sede de la Compañía Nacional del Danza, en Caracas. Allí se llevaron a cabo 12 encuentros sin interrupción. A partir de Noviembre de 2017, la formación funcionó en un nuevo espacio que se convirtió en la sede de Entrecuerpos, en las afueras de Caracas.

La Formación se conformó con un plan académico planteado para ser Maestría en caso de ser avalado por la Universidad de Los Andes, con la cantidad de horas/crédito requerida por la reglamentación universitaria venezolana. Sin embargo, en esta primera etapa la relación con la Universidad quedó interrumpida gracias a las dificultades que impuso la crisis. En este sentido, la formación funcionó de forma privada.

Se realizaron 22 encuentros presenciales, un fin de semana al mes con 16 horas académicas, durante los dos períodos lectivos. La formación tiene una duración de tres años. Dos presenciales y uno no presencial. Dos años de prácticas clínicas a partir del segundo año.

  • 300 horas de práctica
  • 50 horas de supervisiones
  • 144 horas de terapia personal psicodinámica.

La crisis y la incertidumbre en el contexto social

Durante el transcurso de la formación se presentaron diferentes problemáticas sociales, económicas y políticas de manera sostenida y que se agravaron cada vez más durante los últimos tres años. Podemos mencionar los siguientes:

  1. Escasez de alimentos o inaccesibilidad de éstos por parte de la población ya sea por su inexistencia o no producción dentro del país (gracias a la fuerte dependencia de las exportaciones de alimentos); o por el alto costo de estos (por importanción a altos costos o por la hiperinflación).
  2.  Hiperinflación, devaluación de la moneda y rápido empobrecimiento de la población, desde 2013 con un recrudecimiento de la situación desde 2017 hasta el presente.
  3. Falta de transporte público gracias al alto costo de repuestos importados para automóviles, la hiperinflación y la rápida disminución del poder adquisitivo. Esto ocasionó graves dificultades de traslado desde diferentes zonas del país y dentro de la ciudad tanto en los tiempos de mayor conflictividad como en los momentos de paz.
  4. Graves dificultades para conseguir dinero en efectivo durante los dos últimos años, antes de la reconversión monetaria de agosto de 2018.
  5. Graves conflictos sociales y políticos. Tensión social y agudización de la polarización  política. Grandes movilizaciones sociales por parte de la oposición. Violencia social extrema durante el año 2017. Las llamadas guarimbas y los enfrentamientos con la Guardia Nacional ocasionaron graves pérdidas humanas y materiales. Fueron realizados con la intención de derrocar al gobierno y ejercer presión política para la salida del Presidente Maduro. La polarización política ocasionó víctimas mortales en ambos sectores políticos.

Estos factores ocasionaron el entorpecimiento general de la vida cotidiana en todo el país. Las actividades de la Formación fueron afectadas de manera variable e impactaron emocionalmente al grupo, pues amenazaban el encuentro y la tarea. Asimismo éste no estaba exento ni al margen ideológicamente de la grave conflictividad social. Como es de suponer, la polarización es un fenómeno que envuelve a todo el cuerpo social. La población en general, salvo por un porcentaje muy bajo de ella, ha sufrido una suerte de captura para poder pensar la situación política al margen de la polarización que, de acuerdo con Mireya Lozada (2016), llama a “despreciar, desconfiar y odiar al grupo opuesto políticamente, considerado enemigo y no adversario” (p.5) y a fortalecer la adherencia y lealtad con el propio grupo, situación que limita el reconocimiento de las diferencias. Toda la vida social ha quedado presa de la afectividad desbordada que implica el fenómeno de la polarización. Si bien, parte de la tarea grupal era poder pensar la polarización y no quedar capturado por los montos de afectividad que ella implica, por momentos se hicieron evidentes las tensiones intragrupales debido a la tendencia política de cada uno de los miembros del grupo.

En su libro sobre la Psicología Social de Pichon Riviere y su enfoque de grupo operativo, Ana Quiroga (2006) expone cuán difícil resultaba conformar grupalidad en la época previa y durante la dictadura argentina, debido a las fuertes tensiones vividas entre los integrantes del grupo, ya que la pertenencia idelógica a los bandos contrarios (partidarios de la dictadura/ comunistas o izquierdistas) ocasionaba angustias persecutorias que incidían en los procesos emocionales y comunicativos del grupo.

Los procesos de polarización en los diferentes países latinoamericanos que han atravesado diversos conflictos sociales y políticos como dictaduras (en el caso de los países del sur) o guerras (como en el caso de los países centroamericanos, especialmente en El Salvador) dan lugar a complejos procesos de ruptura del tejido social, impidiendo en muchos casos la conformación de grupalidad o la presencia de fuertes ansiedades persecutorias (paranoides) al interior de los grupos.

El proceso grupal estuvo atravesado como ya señalamos, por los graves acontecimientos de violencia social y política, pero también por las diferentes vicisitudes personales de sus integrantes así como por problemas logísticos concernientes a la formación, tales como:

  1. Cambios de espacio (movimiento del encuadre), por falta de conexión para las clases virtuales con algunos profesionales que colaboraron desinteresadamente desde otros países.
  2. Mudanzas de los integrantes del grupo, como de la formación misma. El cambio de la formación obedeció al hecho de que en un principio el centro de formación no contaba con una sede propia. Ello implicaba la posible pérdida de los espacios facilitados (públicos y privados) para ello.
  3. Éxodo de profesores del país o dificultad de algunos para realizar las sesiones por la dificultad de traslado hacia la sede del centro de formación.
  4. Fuertes dificultades económicas para obtener recursos técnicos y tecnológicos para la sesiones de trabajo.

El contexto se volvió determinante, atravesaba los cuerpos y su movimiento, creando dificultades en el proceso grupal (ansiedades  y resistencias inconscientes,  mecanismos de defensa desplegados al interior del grupo), que debieron ser esclarecidos constantemente para que el grupo no quedara atrapado en las dificultades que esto comporta para la tarea (aprendizaje).

En una primera etapa del proceso se observó durante varios meses una falta de motivación para moverse individualmente y para moverse con otros. “Moverse libremente” era una consigna que convocaba primeramente formas de moverse estereotipadas que resultaban familiares para los participantes. Por lo tanto, en la primeras sesiones la consigna para las propuestas de trabajo corporal fueron muy precisas y por momentos directivas. Sin embargo siempre mantuvimos como principio que el grupo se expresara y se manifestara tal y como estaba. Al final de cada sesión esto era observado, elaborado y comprendido. En líneas generales la consigna era construida para que emergiera lo espontaneo del movimiento del grupo, siempre siguiendo la ruta de las elaboraciones realizadas de las sesiones anteriores (siguiendo el modelo dialéctico donde cada “a posteriori” se convierte en un “a priori” de una nueva situación) .La propuesta, entonces, de la consigna estaba siempre relacionada con ir haciendo conscientes los elementos resistenciales para el hacerse cargo del grupo. Siguiendo a Pichon Riviere (2006) allí radica la potencia del hacer de la coordinación como rol prescriptivo centrado en ayudar a pensar, “abordando el obstáculo epistemológico configurado por las ansiedades básicas” (p. 125) que para este autor son el miedo a la pérdida (ansiedad depresiva) de las estructuras existentes y el miedo al ataque (ansiedad paranoide) en la nueva situación. Las propias dificultades eran miradas y pensadas en función de la tarea que requería de un grupo operativo “desnarcisizado”, capaz de crecer para tolerar la frustración que imponía no sólo el entorno sino el propio aprendizaje, es decir, transformar lo real.

Las cualidades de movimiento eran predominantemente referidos a los esfuerzos indulgentes: movimientos ligeros, lentos, flexibles, sostenidos, generalmente en el nivel bajo (en el suelo). Los Esfuerzos de lucha no aparecían con frecuencia o estaban ausentes en la mayor parte de la sesión. Se propiciaba la observación y esclarecimiento de estos elementos. La toma de conciencia podía pasar en algún momento por probar de manera consciente los esfuerzos de lucha, pero sólo como estrategia para registrar los estereotipos, las repeticiones, los patrones rigidizados de movimiento como no posibilidad de abordar el movimiento desde otros esfuerzos. Como lo plantea la DMT, el grupo tenía como una de sus tareas ampliar el vocabulario de movimiento y debía tomar conciencia de los elementos que podían obstaculizarla.

También se observó, al principio del proceso la tendencia a disociar partes del cuerpo, preferencias de estas partes, movimientos estereotipados, mecánicos. Por ejemplo la tendencia a mover la parte superior del cuerpo, tendencia a mover sólo los brazos o sólo las piernas, etc.

Se observó igualmente la tendencia a trabajar en el suelo (nivel bajo). Es de notar que durante diversos momentos de la formación a veces todo el grupo, a veces algunas personas tendieron a trabajar predominantemente en el suelo, mostrando en ocasiones expresamente la dificultad para trabajar de pie o en otros niveles del espacio. Asimismo las dimensiones horizontales y sagitales tendientes a la relación con otros y con el espacio en términos de recorridos, también resultaban difíciles de abordar, lo cual puede ser leído como la dificultad de abordar el espacio y la relación con predominancia del trabajo individual (dimensión vertical). En este sentido también podemos pensarlo en términos de la relación con la kinesfera  personal y general que tendía a ser cerrada y reducida, lo cual podría leerse como dificultad para recorrer el espacio y la relación con otros, trabajando en espacios fijos (con la mirada “cerrada”, ojos cerrados, foco en el suelo), o en los bordes del espacio más que en el centro. En relación con la Forma corporal, al principio esta se presentaba estrecha, con poca amplitud en los cuerpos en movimiento. Es de notar igualmente con relación a esta amplitud de la forma que también aparecía una dificultad poco consciente de realizar los movimientos en su máximo alcance en cuanto a intensidad, amplitud, fuerza, es decir que había dificultades para realizar los movimientos en el espacio en su máxima expresión (pre-esfuerzos).

Todo ello se expresaba a nivel grupal como una suerte de dispersión en el espacio, como falta de integración en el centro, o dificultad para acompasarse en el círculo, en relación con el ritmo y la sincronía de pasos.

Estos elementos fueron leídos en su conjunto y gracias a la elaboración de los participantes como una dificultad para estar en grupo. El ensimismamiento y la tendencia al movimiento individual, como resistencia al contacto con otros. El temor de moverse con otros fue en algunos momentos interpretado como temor a ser dañados. Situación que fue denunciada en varias ocasiones por un rol funcional y rotativo, pilar de la teoría operativa que es el Portavoz. En una de tantas denuncias del acontecer grupal irrumpió la Medusa (emergente grupal) como propuesta de movimiento dramático, que conjugan lo que Pichon denomina la verticalidad y horizontalidad grupal, siendo la verticalidad lo referido a la historia personal del sujeto “portavoz” colocándose en esta imagen las necesidades, ansiedades y fantasías entendidas como un registro personal, que evidencia las relaciones sociales  (horizontalidad) en el aquí y ahora grupal. En esta imagen enunciada se explicita lo hasta ahora impensado (lo implícito o latente), una realidad plagada de temores y ansiedades posiblemente relacionadas con la angustia de la polarización en el grupo, es decir, una suerte de evitación grupal ante la amenaza de posibles conflictos proyectados en la situación política, vividos como amenaza del otro a la propia integridad, y al mismo tiempo temor de las propias pulsiones agresivas hacia el otro, siempre vividas como proyección.

Podríamos relacionar lo anterior con la observación de resistencias para registrar el malestar o las emociones “negativas” en el cuerpo propio y grupal, en la posibilidad de moverse y expresar con el movimiento estas emociones. Podemos pensar que el temor al conflicto recorrió al grupo en toda su duración del proceso formativo. Éste se caracterizó siempre por ser un grupo bien comportado, amable, cuidadoso. Incluso en algunas sesiones al hablarse sobre esto, generalmente se aducía que el grupo era un espacio para “no reproducir los conflictos externos”. Ante una realidad tremendamente caldeada, el grupo temía reproducir “la guerra” dentro del espacio de formación. En algunas sesiones se hablaba de que la formación y el grupo en sí era un refugio, un espacio para la paz, para sentirse en calma, en contención y sostenimiento colectivo. En relación con estas angustias aniquilatorias, fue importante la aparición de un integrante del grupo como portavoz, aparentemente la persona más “débil”, con mayores dificultades para comprender la teoría, así como para integrar los conocimientos teóricos a la experiencia grupal. Esta integrante con altos montos de ansiedad y displacer ante la situación grupal canalizó las ansiedades grupales para explicitarlas (denuncia una situación grupal que puede ser esclarecida, sacándola del rol estereotipado) repartidos en todos los integrantes.

Esta dificultad para reconocer las propias ansiedades, proyectadas en el contexto, debían ser pensadas pues se corría el riesgo de que estos elementos narcisistas se instalaran permanentemente en el grupo, convirtiéndolo en un “grupo-burbuja”, aislado y ensimismado, incapaz de “operar” en la realidad. Esta necesidad constante  de contención y sostén escondían tal vez la dificultad para realizar las tareas y asignaciones y pensar la cotidianidad agobiante. Realizarlas requería del grupo recursos mentales estructurantes y organizadores para poder abstraer las experiencias emocionales amenazantes o desbordantes; requerían de una “contención” mental capaz de poder contener la angustia, pensarla y luego dar paso a la posibilidad de hilar un discurso sobre ello. Esto fue muy difícil de elaborar (forma parte de la pre-tarea) y de que el grupo se hiciera cargo, y constituyó uno de los mayores obstáculos para la tarea. En algunos momentos de la formación esto pudo ser pensado como un claro y contundente desafío a la autoridad. En este punto podríamos aventurarnos a pensar en este desafío como no sólo una reminiscencia de las relaciones objetales (soluciones del grupo interno ante las vicisitudes del contexto), sino como el desplazamiento (o proyección) de la hostilidad hacia una figura de poder autoritaria,  hacia la figura del coordinador.

Por otro lado, y en contraposición, se observaron y esclarecieron durante toda la formación miedos y angustias sobre el futuro del país, lo cual también fue desplazado y expresado en el temor a la pérdida del coordinador y de otros miembros del grupo debido al fuerte éxodo de venezolanos/as fuera del país. Uno de los miedos que estuvo presente durante todo el proceso grupal fue la pérdida de la otra coordinadora, ya que al comienzo de la formación, una de ellas se retiró precozmente del proceso formativo. Las ansiedades depresivas (miedo a la pérdida)  eran que de alguna manera la crítica situación nacional acabaría por prevalecer al impedir el normal desenvolvimiento de las actividades. Apareció, por consiguiente un fuerte temor a la pérdida de la formación misma y del grupo, por medio de su destrucción. Ese miedo quizá se expresaba defensivamente por una hostilidad hacia los coordinadores como responsables de la supervivencia de la formación y el grupo, y, por supuesto, responsables de cuanto ocurriera en contra de esta.

Cambios del grupo y transformaciones subjetivas

El proceso de comprensión sobre el grupo y sus vicisitudes para el cumplimiento de la tarea  fue posible gracias al esclarecimiento permanente de la experiencia grupal. Al final del proceso se pueden observar el desarrollo de diversas estrategias por parte del grupo como: la capacidad de ser flexible y creativo; la comprensión de la situación adversa como un proceso de aprendizaje capaz de transformar lo real, la propia vida. Asimismo se observaron procesos subjetivos como: crecimiento personal, fortalecimiento interior, desarrollo de la autoestima, creatividad en tanto ruptura de la estereotipia de los roles asumidos inicialmente en el grupo, hacia una rotación de roles y flexibilización de ellos a partir del hacerse cargo grupal.

Pero, qué factores hicieron posible estos cambios? Podemos pensar en varios:

Observar, analizar y significar el movimiento propio y del grupo con el fin de comprender los elementos puestos en juego, lo que luego ayudaría a ampliar el vocabulario de movimiento y todos los factores involucrados en su análisis. Esta elaboración se llevó a cabo siempre y mediante el uso de otros recursos expresivos además de la palabra. Otro factor aunado a este, fue la posibilidad de pensar el grupo, su proyecto y la tarea (y los elementos que la obstaculizaban), lo cual supone un proceso de crecimiento y elaboración de las ansiedades inconscientes y sus defensas. Es el hilo conductor del proceso grupal, necesario para el cumplimiento del objetivo del grupo operativo. El énfasis en el análisis del proceso grupal viene dado por el hecho de que en Venezuela la Formación en DMT es al mismo tiempo una formación en grupalidad, pues siempre nos ha interesado el desarrollo del análisis del grupo en el contexto venezolano, por demás muy carente de este tipo de formaciones. Creemos que en un país como el nuestro, la formación en Grupo, el análisis de éstos, no sólo es necesaria sino urgente, dadas las graves dificultades que tenemos culturalmente para la conformación de grupos operativos. Además este tipo de formaciones tienen la peculiar y positiva característica de que se aprende haciendo y problematizando constantemente el proceso grupal, su dinámica y su expresión en el Cuerpo, el Movimiento y el Espacio.

Otro de los factores que, según nuestra lectura, contribuyó con el cambio fue pensar constantemente sobre el Rol del Coordinador- educador. Un rol que en una primera etapa ofreció holding para transitar las ansiedades paranoides iniciales (pretarea), las proyecciones y sobre todo las angustias depresivas, en especial en los primeros meses de la formación donde se vivieron pérdidas importantes. Con el discurrir del tiempo, el Rol del Coordinador estuvo centrado en promover la expresión y la elaboración de los contenidos emocionales escindidos del grupo para que pudieran ser esclarecidos e integrados. No debemos olvidar que desde la DMT se le da énfasis e importancia a la relación terapéutica y desde nuestra experiencia creemos que es sin duda un aspecto que debe ser privilegiado. Una relación abierta, honesta  y clara es fundamental para promover la confianza y la seguridad en sí mismos y en los otros. Este tipo de relación no sólo ofrece sostén sino la posibilidad de crecer y madurar.

Estos aspectos en su conjunto ofrecieron y propiciaron la Flexibilidad y la Creatividad para resolver los problemas planteados por la realidad a través de:

  • Colaboración profesional. En 2017 Claudia Palavicini, danzaterapeuta mexicana colabora en la práctica de 4 sesiones de Observación y Análisis del Movimiento desde México, a través de herramientas virtuales. La posibilidad de compartir con colaboradores externos fue dando la confianza de que se podían buscar soluciones y salidas creativas y que no necesariamente estábamos quedando aislados del exterior. Esto a veces puede operar como un elemento persecutorio: el quedar atrapado dentro del país, agravado por el hecho de que “todo el mundo se va”. La comunicación y búsqueda de soluciones hacia fuera y dentro del país fue dando la visión de amplitud y de descubrimiento de nuevas posibilidades. Surgieron nuevos vínculos y redes profesionales.
  • Colaboración y articulación institucional para la realización de las prácticas clínicas. Varias instituciones públicas y privadas mostraron interés por la práctica clínicas de la DMT y aprovecharon la oportunidad para incluir a nuestros estudiantes en sus programas de atención. Ser pioneros supuso un doble esfuerzo y la necesidad con mayor insistencia de sacar todos los recursos posibles del mundo interno de los participantes.
  • Solidaridad y sentido de cooperación para resolver los problemas de traslado, comida, pernocta de los estudiantes foráneos por parte de los estudiantes y los/as profesores/as. En consonancia con lo anterior, emergió un movimiento del grupo a tratar de resolver los problemas que atentaban contra el feliz desenvolvimiento de la actividad formativa.
  • Implicación de los profesores, profesionales de los centros de práctica, familiares y  amigos, que fueron conformando una red vincular de sostén y ayuda ante las vicisitudes vividas desde el afuera.

Conclusiones

A modo de conclusión queremos hacer mención de un último elemento que nos parece pertinente señalar: la transformación de lo real, de lo que habla Pichon-Riviere, también implica un cambio en lo intrasubjetivo y en lo intersubjetivo o en el campo de la intercorporalidad, en el caso de las prácticas corporales como la nuestra. Es allí donde pone la lupa el enfoque sobre el grupo operativo: en las formas de interacción, bajo el esquema del cono invertido (están las dimensiones de lo implícito y lo explícito) donde se registran esas modalidades que según el autor son entendidos como vectores que gracias al análisis van de lo implícito a lo explícito: afiliación, pertenencia, cooperación, pertinencia, comunicación, aprendizaje y tele; y cuya resistencia para alcanzarlos (resistencia al cambio) viene dada por los dos miedos básicos que obstaculizan el aprendizaje: miedo a la pérdida y miedo al ataque (a perder las defensas) o ansiedades depresivas y paranoides (Pichon-Riviere, 2006, p. 218). El cambio en la interacción supone un cambio en el grupo interno (rotación de roles o liderazgos funcionales) que éste prescribe para cada sujeto como estereotipia, por lo tanto un cambio subjetivo, una transformación en la subjetividad.

En el caso que nos convoca, el proceso grupal dentro de la Formación en DMT, fue trazando un  recorrido que fue gestando  lo que hemos denominado una subjetividad de la otredad, entendida como aceptación, tolerancia y capacidad de convivir con el Otro (despolarización), como ruptura del ensimismamiento narcisista al que nos somete una cultura individualista, rentista y populista propia de una sociedad como la venezolana. Esta suerte de “ombliguismo” –como a veces la hemos llamado- puede ser comprendida en parte como miedo a la relación con el otro, en tanto el Otro nos plantea el duro desafío de digerir, asimilar y entender la diferencia, incluso hasta el punto mismo de defenderla tanto como quizás la igualdad.

Asimismo, este proceso pudo contribuir a gestar un espacio común, una comunidad desde una intercorporalidad que une, sostiene y contiene. Que posibilita la escucha y la aceptación, y ayuda a tramitar las ansiedades insconscientes que estuvieron al principio del proceso (pretarea).

Estas transformaciones permitieron ampliar el vocabulario de movimiento personal y grupal como un modo de ampliar la significación de la relación con uno mismo y con el otro; habitar todos los lugares posibles en ese moverse con otros; generar un sentido propio de riqueza interna y de recursos internos (afirmación yoica) a través de la perseverancia y el sostén, la disciplina en el trabajo personal y el sostenimiento del encuadre. Y por último gestar y consolidar un proceso formativo desde la complejidad, la transversalidad, dejando de un lado la formación fragmentaria, utilitarista, profesionista a la que estamos acostumbrados desde las instituciones educativas tradicionales, por la creación de una práctica terapéutica inter y transdisciplinaria, que convierte a los integrantes del grupo en agentes de cambio.

Este proceso finalmente permitió potenciar una comunidad, futuros agentes de cambio, que sirvió para sostener desde una intercorporalidad de la escucha y el movimiento con otros, el proceso de formación, así como las dificultades contextuales que en un momento determinado tomaron los cuerpos. Esto hizo posible un proceso de crecimiento, y fortalecimiento personal y grupal para encarar con esperanza y fuerza los desafíos futuros a través de la convivencia y la relación con el otro, desde una cultura grupal emergente y nueva.

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Msc. María Elisa Al Cheikh
marialche@gmail.com
Colaboradores: Madelyn Tirado, Ximena Carquez, Igxia Guerra y Camilo Artaza