Mi grupoanálista y mi psicodramatista

Goyo Armañanzas Ros

Resumen

Hago un repaso a los puntos que considero fundamentales del abordaje del trabajo con grupos desde el punto de vista del grupoanálisis y desde el punto de vista del psicodrama. Me he formado sucesivamente en los dos enfoques. Eso me ha llevado a un eterno diálogo interno entre las dos formas de intervención que son diferentes.

Termino con unas reflexiones acerca del papel de lo recibido y aprendido y de la innovación en nuestro campo de la psicoterapia y la psicoterapia de grupo

Mi grupoanálisis

Me formé en grupoanálisis por medio de un grupo experiencial que duró cinco años. Aunque había elementos teóricos en él , lo fundamental fue la parte experiencial. Esto ocurrió durante la fase de mi especialización en psiquiatría. De eso hace ya más de treinta años. Hoy veo que hay más personas que atiendo en mi consulta privada en forma de terapia de grupo que en terapia individual.  Su efecto ha sido fundamental. Dicho sea de paso, esta modalidad terapéutica valorada como más eficaz y económica que la individual, es menos utilizada que ésta. En España al menos.

Posteriormente me formé en psicodrama que constituye el otro pilar de mi práctica profesional con grupos e individual.

¿Qué elementos me parecen clave de lo que yo considero grupoanálisis? ¿Cómo se han quedado conmigo en mi práctica grupal? Incluyo en éstos, elementos de psicoanálisis.

El inconsciente

No termino de sentirme fascinado por la omnipotencia de lo inconsciente. Está cada día en mi trabajo.

El pensamiento grupal

La conceptualización del grupo como un todo emocional es un concepto brillante y necesario en una cultura que hace énfasis en la individualidad. Nos permite abordar emociones que está viviendo el grupo como un todo. Sin ese concepto,  nos perderíamos los elementos fundamentales de lo que nos pasa como grupo. Este potente concepto ha llevado a algunos profesionales a hacer interpretaciones o devoluciones solo al grupo y no a los individuos que lo componen. Creo que, si solo hacemos interpretaciones al grupo, perdemos muchísima capacidad terapéutica. El otro extremo sería el que hiciéramos terapia “en” grupo, abordando por turno los problemas individuales de cada miembro. Perderíamos casi todas las posibilidades del recurso terapéutico grupal.

Abordado a nivel colectivo, como inconsciente colectivo nos da muchísimas posibilidades para entender los movimientos macrogrupales y sociales. Algo fundamental en estos tiempos de globalización.

El émergente grupal

Cuando alguien hace una observación en grupo, se puede leer como un emergente, un mensaje de lo que está viviendo el grupo como un todo, o un subgrupo de éste. Eso no invalida la lectura que se haga del significado individual que tiene esa observación en la persona que lo hace. Son planos complementarios. El coordinador no acostumbrado a la visión de lo grupal hará solo lecturas individuales de lo que dice un miembro.

La transferencia

Por medio de ella, se pasan a los miembros del grupo las situaciones conflictivas que se dieron en la familia de origen. La transferencia clásica de la terapia individual es la de ver en él o la terapeuta, la figura materna o paterna con la que está pendiente trabajar cuestiones no resueltas. En el grupo se hacen múltiples transferencias hacia los coordinadores y hacia los demás miembros del grupo. Traemos al laboratorio grupal la situación pendiente de resolver. Exploramos en él, su abordaje y resolución.

La interpretación de las resistencias

Las resistencias constituyen todas las fuerzas que se oponen al cambio, al avance de la comprensión, al compartir los pensamientos o sentimientos vergonzantes, etc. Aquí el terapeuta se queda frecuentemente solo en su tarea de interpretar como una resistencia una ausencia o retraso en una sesión, cuando además se esgrimen razones externas para ello. El coordinador debe tener siempre muy en cuenta como están jugando las resistencias en cada momento.

El “aquí y ahora”

Consiste en abordar lo que está pasando en el grupo en cada momento a nivel emocional y de interacciones. Algo aparentemente sencillo, tiene una enorme capacidad de revelación de conflictos. Y es absolutamente “políticamente incorrecto” puesto que en los grupos sociales se evita cuidadosamente el abordaje de este plano. Será muchas veces el coordinador el que tenga que invitar a abordarlo. El “aquí y ahora” no trae al allí y entonces. Curiosamente el psicodrama también aborda el “aquí y ahora” pero de otra forma. Cuando representamos una escena lo hacemos invariablemente yéndonos a un tiempo que ya pasó, pero pasando a vivirlo en presente, en “aquí y ahora”. Eso hace recuperar emociones que quedaron encapsuladas entonces.

La discusión libre

En la discusión de flujo libre (Foulkes S.H., 2007), el grupo va hablando libremente sin una temática preestablecida. Permite aparecer los elementos inconscientes grupales. Esto lo matizo en otro punto.

La neutralidad terapéutica

No sé hasta qué punto en grupoanálisis hoy, se defiende la posición de neutralidad terapéutica. La neutralidad terapéutica se relaciona mucho con la opacidad. Evidentemente no somos neutrales dentro de nosotros y negarlo puede constituir un problema. Dado esto, podemos hablar de la opacidad como bloqueo de la salida al exterior de lo que sentimos.

La mayor parte de la comunicación, según los expertos, se vehiculiza de forma no verbal o paraverbal (entonaciones y otros matices sonoros de la comunicación verbal). El silencio no preserva la opacidad. Sobre este delicado tema Yalom (1986) nos regala un capítulo acerca del dilema entre transferencia y transparencia del coordinador de grupos.

En un principio la opacidad terapéutica facilita las proyecciones transferenciales de los participantes del grupo en el terapeuta. El terapeuta debe de mantener sus convicciones personales aparte del grupo, así como muchas de sus respuestas emocionales. Su tarea consiste en ayudar al grupo y toda manifestación emocional debe de ser hecha porque ésta ayuda al grupo en su tarea.

Cuando comenzamos nuestra formación esa opacidad del terapeuta puede extenderse hacia la inacción como forma de protegernos ante nuestra inseguridad. En la misma delicada línea se encuentra la postura de responsabilizar totalmente al grupo de la sesión, absteniéndose el coordinador de las intervenciones clave que llevarían al grupo hacia los objetivos que lo convocan. La técnica grupoanalítica nos puede hacer correr el riesgo de pasar a ser observadores curiosos de los fenómenos grupales, dejando al grupo sumido en sus avances y resistencias. Considero que debemos hacer intervenciones vigorosas ante las resistencias grupales. Nos toca frecuentemente quedarnos solos en esas confrontaciones. Nuestra postura es muy ambigua. Por un lado, debemos ser claros explicitando resistencias. Por el otro, debemos respetar estas como lícitas y provenientes de necesidades de autoprotección. Frecuentemente me ocurre que el validar la resistencia como legítima, después de explicitarla, puede hacer que esta se supere.

No somos neutrales. Trabajamos con una materia invisible y siempre estamos, y debemos estar, preguntándonos si lo estamos haciendo bien, si estamos dando el toque adecuado a las complejas situaciones que nos plantean los grupos.  Las resistencias grupales, el no profundizar, nos puede hacer sentir que lo estamos haciendo mal. Podemos ponernos a depender de que el grupo trabaje bien para valorar positivamente nuestro trabajo. Además, si estamos en un contexto privado, y son nuestros ingresos, el que profundicen nos indica que el grupo no se disolverá por ineficaz y que seguiremos teniendo esos ingresos. En otros contextos es el prestigio el que nos jugamos.

En mi experiencia, cada vez que he compartido algo personal con el grupo, éste lo ha agradecido y ha aumentado la cohesión grupal. Yalom nos habla del dilema transferencia versus transparencia (1986). Lo he utilizado siempre para lograr los objetivos grupales y no para satisfacer mis necesidades emocionales. Por ejemplo, para hacerles ver que no soy un “supersano” ante enfermos mentales y que vivo conflictos como ellos. Les puedo invitar a imaginar que problemas tengo, que les dice su intuición, su “tele” moreniana (Rodriguez, 1997) . No les oculto que les sirve tanto para ver elementos reales de mi malestar personal, como que dice de ellos que vean eso en mí (el elemento proyectivo). Eso toca el manejo de la transferencia. Todo lo que ve un paciente en nosotros no es necesariamente transferencial o proyectado desde su propia vida. También está muchas veces tocando nuestros puntos emocionales sensibles. Un ejemplo personal al respecto. Un paciente habló de mi soledad recientemente. Eso me conmovió y me hizo sentir desnudo ante el grupo. Me costó lo mío encajarlo y poder hacer sitio a que también estaba hablando de la suya para ayudarle a explorarla. Nuestras resistencias pueden hacernos considerar como transferencial y proyectado lo que también es nuestro.

Siempre ha sido para mí una cuestión a revisar el grado en el que los grupoanalistas eludimos nuestra responsabilidad de intervenir, dejándola toda al grupo. En ese sentido tengo en revisión abierta desde hace mucho tiempo la conducción de los grupos grandes en los congresos de las asociaciones nacionales e internacionales de profesionales que trabajan con grupos.  Esas experiencias grupales en que se incluyen a una gran parte de los participantes de los congresos pueden agrupar a más de cien personas. En algunas experiencias estas han sido gratificantes y cohesivas. Pero en otras, han sido hostiles y traumatizantes, antigrupos realmente.

El, o los coordinadores, se han dedicado pasivamente a tomar nota de los elementos defensivos y de hostilidad, no asumiendo ninguna responsabilidad en la creación de la cohesión grupal y en la creación de un clima de confianza. Yalom (2018) nos habla de la creación de un clima grupal como principal tarea: “confrontando enérgicamente …la utilización de la autorrevelación para el ataque en un momento de conflicto”. No comparto ese modelo de coordinador que no asume la responsabilidad de crear un clima y confrontar las conductas anticohesivas. El rol de coordinador tiene una responsabilidad. Puede no ser fácil asumir ese rol entre tantos participantes que en otro momento de su vida también son coordinadores. En esas ocasiones, parece como si los expertos en grupos renunciáramos a aplicar nuestros conocimientos.

En otras ocasiones he sentido la cohesión, la “koinonía” de Pat de Maré (1991) cuando abordaba sus grupos medianos.

El silencio

Este es un tema muy relacionado con la neutralidad y la opacidad. El silencio del coordinador es un enorme y valiosísimo recurso. Permite resituar la responsabilidad de los participantes del grupo en el desarrollo de éste. La primera inclinación de todo grupo es la de esperar que el coordinador marque el camino, de las pautas de participación, sugiera el tema. El silencio inicial confronta a sus miembros con su responsabilidad de hablar y de implicarse. El silencio confronta al coordinador con sus fantasías de entrar en un rol de “salvador” y lo devuelve un poco a su auténtico rol, menos omnipotente.

El silencio puede evocar mucha agresividad contra el coordinador y facilitar un trabajo en base a lo que se ha proyectado en él, en base a la transferencia.

Pero el silencio como todo recurso, tiene sus excesos y sus problemas de exceso. El silencio puede levantar mucha angustia de forma que paralice el proceso grupal. El primer peligro puede ser el de caer en una lucha de poder: “a ver quién aguanta más”. Cuando llegamos a esto ya no estamos en el campo de la colaboración sino en el de la competición. Es aceptable que el grupo adopte esta postura, pero no que la adopte el conductor. El grupo no está para medirnos con él.

No hay dos silencios iguales. Cuando en un contexto de terapia individual siento que se está produciendo un silencio estéril, procuro hablar de éste, plantear cómo es, preguntar a qué se parece, dónde se siente, qué sensaciones corporales lo acompañan, etc. Aludo a lo que mi intuición me lleva a sentir que está pasando en ese silencio. También a lo duro que puede estar siendo el silencio, empatizando con lo que intuyo se está sintiendo. En grupo procuro dar una interpretación del por qué el grupo está en silencio. A veces el silencio es el más potente de los mensajes grupales. Si el grupo es nuevo y va a ser de corta duración, suelo evitar el silencio inicial y me manejo con un rol más directivo. Entiendo que no van a tener tiempo para comprender su sentido y puede hacer que la tarea sea estéril.

El acting-out

Me es fundamental considerar determinadas conductas de acción: ausencias, retrasos en el pago, etc, como emergentes inconscientes que sustituyen la toma de conciencia de determinados sentimientos. Es fundamental devolver eso al grupo.

Mi psicodrama

Años más tarde incorporé el psicodrama a mi formación por medio de una formación de tres años. Este paradigma iniciado por Moreno, basa su abordaje de los grupos en la acción. “No me lo cuentes, hagámoslo”. A diferencia del grupoanálisis que se realiza sentados, en psicodrama se promueve el levantarse de la silla y representar “aquello entonces” como si estuviéramos en un “aquí y ahora”, en una escena cercana al teatro. Sus dos motores son la espontaneidad y la creatividad.

Durante unos años solo utilicé el recurso del psicodrama en actividades docentes sobre comunicación, liderazgo, trabajo en equipo, etc. Eran talleres cortos con personas del campo de la psicología y de otros campos profesionales. Me parecía que el silencio inicial grupoanálitico era muy violento, generaba mucha agresividad y no había el tiempo para procesar esas emociones y sacarles un rendimiento adecuado.

Posteriormente y de forma paulatina incorporé acción en los grupos de psicoterapia. Tardó más tiempo en aparecer ese recurso en las terapias individuales. Acabé ampliando el espacio individual para que fuera más posible la acción.

El psicodrama da al director un papel más activo y, en cierto modo directivo, que resulta más aceptable para un curso corto. La expectativa dependiente y defendida ante un curso es que el director impartirá los conocimientos. Está en la habilidad del director psicodramático, el poner esa directividad al servicio del grupo con propuestas directivas que permitan que el grupo aborde lo que tiene dentro y no se atreve a sacar.

Esta incorporación me ha permitido reflexionar profundamente sobre la experiencia previa con grupoanálisis. En el psicodrama se introduce un elemento que me pasó desapercibido y que en estos momentos me parece clave. Es el concepto de caldeamiento.

El caldeamiento

Todo encuentro grupal desde el paradigma psicodramático comienza con un caldeamiento. Este caldeamiento suele ser en forma de acción con movimiento que es propuesto por el director. Esto es totalmente opuesto a la técnica grupoanalítica. En mi opinión la técnica grupoanalítica inicial nos confronta con nuestra responsabilidad individual de participar y nos da la ocasión de un flujo libre grupal de ideas. Esas dos máximas se las salta el director de psicodrama. En mi experiencia, frecuentemente con el silencio inicial se levantan muchas resistencias.

El caldeamiento con movimiento también es factible de realizar en terapia individual.

En mi experiencia el grupo avanza mucho más rápidamente hacia la profundización cuando se introduce el caldeamiento por parte del director. Por ello aunque el grupo de terapia sea fundamentalmente verbal, suelo incluir algún ejercicio de caldeamiento,

El cuerpo

Por otra parte, el psicodrama con la acción ha incorporado otro elemento que he ido incluyendo cada vez más en mi trabajo como algo fundamental: el cuerpo.

El cuerpo había permanecido un tanto ignorado, más allá de portador de comunicación no verbal, en mi práctica terapéutica, tanto individual como grupal. En este momento considero el cuerpo como un sensor fundamental de nuestras emociones, tanto individuales como grupales. Cuando estamos pasando por emociones de las cuales no nos hacemos conscientes, es frecuentemente el cuerpo el que nos las hace sentir. Podemos sentir una opresión precordial, un nudo en la garganta, un pinchazo en el abdomen, etc. Estas sensaciones suelen ser emergentes emocionales, tanto de emociones individuales como grupales. Alguien en el grupo con su sensación puede estar diciendo algo que pasa a todo el grupo y del que él es un emergente.

Estas lecturas corporales las aplico tanto a lo que dicen los miembros del grupo como a mis propias sensaciones en cada momento del grupo. Me ayudan a hacer conscientes mis propios sentimientos.

Cuando compartimos vivencias tras una representación psicodramática, acostumbro a diferenciar sensaciones (más corporales) de sentimientos (emociones) y evocaciones (escenas propias que me trae la escena que alguien ha traído). A propósito del procesamiento de la escena, en psicodrama no se hacen interpretaciones.

No me lo cuentes, hagámoslo

En psicodrama sustituimos el contar por entrar en la escena. Esta diferencia es fundamental. Cuando intentamos esto con un paciente o protagonista, éste se suele resistir y prefiere contar. ¿Por qué? Porque sabe que, si se mete en la escena, en el “aquí y ahora” de ese momento traumático que ha condicionado su vida, va a entrar en aquellas emociones que quedaron un tanto encapsuladas. Y se resiste a ello. Son precisamente esas emociones evitadas, las que siguen haciendo daño en el presente.

Cuando pasamos a representar damos un paso mucho más grande de lo que parece.

Suelo recurrir al psicodrama cuando la persona está racionalizando mucho, cuando está dando vueltas a conceptos que no le conmueven. Pueden ser personas que se saben todos sus traumas e impactos emocionales que tuvieron pero nada se mueve en ellos. Se está defendiendo de abordar lo emocional que es lo fundamental.

No interpretar

En psicodrama se representa una escena que trae un participante (entre otras muchas posibilidades de estas técnicas activas). En esta escena el protagonista se muestra muy profunda y ampliamente. Se desnuda mucho más que en una narración verbal de la escena. Cuando tras la escena se comparte, puede darse la tentación por parte de los participantes de incidir en interpretaciones de lo que le pasa al protagonista. Estas interpretaciones deben detenerse pues el protagonista se ha quedado muy desnudo ante el grupo y toda la escena ha sido una interpretación, pero de otra forma (por medio de lo que en la escena está pasando, los doblajes, etc). Cuando a pesar de decirlo claro, se produce esta conducta, puede ser por una resistencia a entrar en sus propias vivencias y escenas y de esta manera desnudarse un poco en la línea en la que el protagonista lo ha hecho, ofreciendo la suya al grupo. Otra razón puede ser el estar acostumbrado a otro modelo más interpretativo, más si la persona es un profesional fuera del grupo. No suele ser muy frecuente.

¿No interpretar? Pero en grupoanálisis la devolución que hacen unos miembros hacia otros, las interpretaciones mutuas, son beneficiosas y bienvenidas. ¿Cómo hago para mezclar ambas técnicas y ambos mensajes? Mi experiencia con ambos paradigmas me ha llevado a tener mucho cuidado con las interpretaciones que hacen los miembros del grupo. Una interpretación o devolución de un miembro a otro puede ser algo muy valioso, hecho desde el corazón. O puede ser algo defensivo-agresivo hacia el otro. Cuando sospecho o siento esa segunda posición, utilizo lo que yo llamo ponerle el espejo a la persona que lo hace. Le pregunto acerca de qué elementos internos le llevan a hacer esa intervención. Cuando los miembros no se dicen cosas unos a otros lo señalo y estimulo que lo hagan.

Diálogos entre mi psicodramatista y mi grupoanalista

Mi grupoanalista le dice a mi psicodramatista que está en un continuo acting out, que no sabe por que se levanta a hacer algo sin ser consciente de sus motivaciones inconscientes.

Mi psicodramatista le dice a mi grupoanalista que se deje fluir, que confíe más en su intuición, en su “tele” inconsciente de Moreno y pase a la acción sin pensarlo tanto. Que asuma la responsabilidad de haber concebido una escena o el ejercicio de acción que el grupo necesita y que lo proponga. Que está muy cómodo no levantándose ni exponiéndose. Desde que me dice eso, no me deja descansar y me obliga a trabajar más.

Mi grupoanalista le dice a mi psicodramatista que se fije más en las dinámicas grupales inconscientes y que trate de abordarlas. Que no se pierda en el “divertimento” de la acción, que toda esa acción no es un fin en sí mismo, es un medio de exploración.

Mi grupoanalista le dice a mi psicodramatista que el grupo está prefiriendo ser dirigido, ser llevado en vez de asumir la responsabilidad de tomar iniciativas y responsabilidades de lo que están sintiendo.

Mi psicodramatista le dice a mi grupoanalista que deje salir su creatividad y su espontaneidad en acción, que el silencio grupanalítico puede generar más resistencias que implicación en sus miembros. Mi grupoanalista le responde que es fácil salir a proponer con la experiencia de tantos años de grupos que no hubiera podido ser tan “espontáneo” desde el principio.

Mi grupoanalista le dice a mi psicodramatista que el silencio y la frustración del rol esperado por el grupo de dirigirles, facilita la emergencia de un sentimiento tabú: la rabia y que eso ayuda a elaborar la que tuvieron con sus figuras parentales. Mi psicodramatista le dice que tiene razón pero que también se puede sacar en diferentes escenas que se trabajen.

Mi grupoanalista le dice a mi psicodramatista que quiere exhibirse y controlar. Mi psicodramatista le dice a mi grupoanalista que quiere esconderse y ceder en sus responsabilidades.

Mi psicodramatista y mi grupoanalista están de acuerdo en una cosa: hay personalidades más de acción, más corporales que se adaptan más al psicodrama y otras más de reflexión que se adaptan más al grupoanálisis. Ambos saben que también hay culturas que, en esa misma línea, facilitan uno u otro paradigma.

Ellos se hablan, no se ponen de acuerdo, pero el grupo siempre se beneficia de sus disputas e incertidumbres. Porque la incertidumbre, si se tolera es buena consejera.

Reflexión final

Las adscripciones a escuelas son necesarias para comenzar la incursión en un mundo complejo como es la psicoterapia y todos los diferentes contextos de trabajo con grupos. No debemos de olvidar que estas adscripciones a escuelas se basan, además de en la necesidad de aprender de la sabiduría de quienes nos precedieron, en elementos de inseguridad profesional, muy entendible en un mundo tan complejo. No digo que la comodidad de conocer y manejar una metodología ya familiar no juegue su papel a la hora de explorar la evolución con formas diferentes de abordaje.

¿Estamos creando, mezclando nuevos procedimientos en terapia de grupo, grupoanálisis, psicodrama, etc? Si es así, ¿los estamos compartiendo ?

Referencias Bibliográficas

Yalom I.: “Teoría y práctica de la psicoterapia de grupo”. Fondo de Cultura Económica, Mexico 1986. Pag: 89-90.

Foulkes S.H.:”Grupoánalisis terapeútico”. Cegaop Press. Barcelona 2007. Pag: 151-152

Yalom I.: “Teoría y práctica de la psicoterapia de grupo”. Fondo de Cultura Económica, Mexico 1986. Pag: 206-233

Rodriguez J.A.:”Psicodrama. Teoría y práctica”. Desclée de Brower. Bilbao, 1997. Pág: 3740

De Maré P. : “Koinonía: From Hate Through  Dialogue in the Large Group. Karnak Books. London, 1991)

Goyo Armañanzas Ros
Psiquiatra, grupoanalista y psicodramatista. Dirige programas de formación en Psicodrama y en Grupoanálisis. Combina ambas metodologías en su actividad clínica y docente. Dirige Go Grupos.
goyo@gogrupos.com