Sinopsis del libro: “Psicoterapia en grupo de madres y padres”, focalizando en la función parental

Enrique Ger, Elena Trullen y Emma Clarós

Autores: Enrique Ger, Elena Trullen y Emma Clarós. (Editorial Psicolibro. Buenos Aires 2021.)

Este libro es fruto de la tarea desarrollada durante más de veinte años dentro de la Red Pública de Asistencia en Salud Mental de Barcelona y está centrado en una experiencia de la primera década del siglo actual, en la Unidad de Psicoterapia Psicoanalítica para niños y adolescentes de Sant Pere Claver Fundación Sanitaria.

De una psicoterapia grupal que abarcó 27 sesiones, se exponen varias de ellas, correspondientes al comienzo, etapa media y fase final.

Intentaremos aproximar al lector los contenidos de la tarea, exponiendo el material clínico correspondiente a la sesión 18ª, aceptando y reconociendo que es muy posible que resulte un acercamiento limitado, parcial y por supuesto, diferente del que ofrecería la lectura del material completo, con sus comentarios que parten de la clínica, hacia la técnica, a la teoría y a la teoría de la técnica aplicadas.

A partir del trabajo clínico, de supervisión y maestría de su mentora, la Dra. Eulalia Torras de Beá, los grupos paralelos de niños y padres constituyen una poderosa herramienta terapéutica, para los equipos de salud mental infantil. Fue imprescindible hacer un puente desde sus propuestas y enseñanzas, para desarrollar una adaptación de las mismas a las necesidades de nuestro equipo y así desarrollar el trabajo con padres en los grupos paralelos. Con mucho trabajo, esta intervención fue, paso a paso, ganando consistencia y solidez clínica y, con el desarrollo correspondiente de nuestra experiencia y la evolución de las derivaciones recibidas, en la misma medida y gradualmente, fue adquiriendo un lugar clave dentro de la estrategia asistencial del equipo.

Para muchos niños que acuden a nuestro servicio, los grupos paralelos de niños y padres, son la primera indicación, y ello adquiere más relevancia, en la medida que, a la mayoría de ellos, gran parte los problemas que les afectan, radican en los primeros años de vida.

Hablamos de grupos de padres al nombrar estos grupos paralelos, compuestos por madres y padres de las niñas y niños derivados a nuestro servicio y utilizamos el término padres al hablar de madres y padres, lo mismo que hablamos de niños, en sentido general, nunca restrictivo.

Nuestro equipo, la Unidad de Psicoterapia Psicoanalítica para niños y adolescentes de Sant Pere Claver, Fundación Sanitaria (UPPIJ) tiene como grandes encargos desarrollar un modelo asistencial aplicado a la salud mental pública de niños y adolescentes, a la vez que la formación de profesionales y la investigación sobre técnicas y estrategias asistenciales. El trabajo en grupos con padres y con sus hijos, así como la psicoterapia focal individual, son dos herramientas de una estrategia asistencial de nuestro equipo, que incluye: exploración, interconsulta, trabajo en red, diagnóstico, indicación, tratamiento y evaluación, todo ello impregnado de un espíritu preventivo. Lo que presentamos, es el producto del encaje de una de las técnicas de intervención funcionando al servicio de dicha estrategia.

Concebir los grupos, construirlos, ponerlos en marcha, llevarlos a cabo y sostenerlos en el tiempo, representa, tal como exponemos en el capítulo I, múltiples desafíos, y a la vez, exige el compromiso, apoyo y contención desde la institución y del resto del equipo. Si disponemos de todo ello, logramos desarrollar la coordinación del trabajo en red, atinamos gradualmente con las indicaciones y afinamos la aplicación de las técnicas, este trabajo nos devuelve múltiples beneficios, entre los que podríamos citar su clara incidencia a nivel preventivo, facilitar el abordaje de las funciones parentales, atender y orientar a la familia, constituir una herramienta de diagnóstico (del niño, de sus padres y de la interrelación) y, sobre todo, ser un instrumento altamente terapéutico.

No pretendemos ofrecer un manual, sino un modelo, nuestro modelo, el de los autores, la manera de concebir nuestra tarea y el trabajo con los padres en grupo. Dentro del equipo, hay variedad de posiciones al respecto; no hay una coincidencia total en todos los puntos tratados y, en el proceso de su elaboración hemos discutido largamente y aprendido en grupos de supervisión, para acceder a un grado de consenso significativo en las propuestas que hacemos.

En cuanto a duración de los grupos, intentamos acompañar el curso escolar de Barcelona (septiembre-junio) y suelen comenzar en octubre y acabar a principios de junio, dos semanas antes del final de las mismas. Hacemos una sesión semanal de una hora y nos damos media hora para reunirnos y comentar lo sucedido entre los terapeutas de ambos grupos y las/los observadoras/es.

¿Tratamiento de grupo? ¿Tratamiento en grupo? Sin pretender hacer un análisis histórico, podríamos decir que, en los comienzos del trabajo terapéutico grupal se impuso una forma de entender y, por lo tanto, de denominar el trabajo, con la que se entendía y consideraba a la entidad grupo como aquella que, dentro de la experiencia grupal, debía ser primordialmente tratada. Quizás era natural que durante los primeros tiempos algo de esa naturaleza sucediera, que se produjera una cierta “idealización” y, por lo tanto, un cierto reduccionismo al nuevo descubrimiento.

Muchos de los iniciadores de las prácticas terapéuticas grupales eran psicoanalistas, pero la teoría de la técnica psicoanalítica fue pensada y diseñada inicialmente para abordar aspectos intra e interrelacionales, y no para ser aplicada a sujetos en grupos, como el grupo de padres que aquí exponemos.

Derivado de ello, al avanzar en el tiempo, la misma experiencia práctica fue haciendo evidente el desacople entre el fenómeno a tratar y la teoría de la técnica correspondiente, y fue gradualmente llevando a la necesidad de revalorizar la magnitud de los distintos componentes del fenómeno grupal.

De esta manera, se avanzó en considerar que, en el trabajo terapéutico grupal, la entidad grupo habría de ser especialmente considerada, pero no menos especialmente que las interrelaciones que en el mismo se desarrollan, ni menos especialmente que los sujetos que acuden al grupo.

Gradualmente fue surgiendo una forma de entender el fenómeno grupal como algo que sucede en el trabajo con sujetos dentro de un dispositivo grupal y se considera que dentro del mismo hay siempre tres elementos, que a su vez significan tres niveles de expresión del inconsciente: lo inherente a los sujetos que lo componen, lo inherente a las interrelaciones que establecen entre ellos los miembros del mismo y los resultantes del dinamismo grupal.

Obviamente hay que decir que estos tres niveles de expresión del inconsciente implican para los terapeutas, tal como desarrollamos en el capítulo I, un gran desafío en cuanto a la forma de captar, entender, colocarse e intervenir terapéuticamente. Dentro del desafío y desde la práctica, entendemos que es posible una forma de entender el fenómeno grupal y avanzar terapéuticamente, considerando prioritaria la atención de los sujetos dentro del mismo y considerando a la vez las interrelaciones y los dinamismos grupales.

El trabajo consta de tres bloques, el primero incluye las bases teóricas y técnicas, el segundo incluye el material clínico de las sesiones y el tercero se centra en la evaluación.

En el trabajo clínico del grupo, consideramos una primera fase, que se corresponde con la sesión del encuentro, en la que el terapeuta ofrece a los padres de cada niño un tiempo breve, para que puedan exponer los “grandes titulares” de lo que le sucede al niño y de lo que les sucede en familia; en definitiva, del “motivo de la consulta”. A su vez, el terapeuta, con sus intervenciones, va recogiendo de cada presentación, cuestiones importantes, que obviamente no se podrán profundizar en esos primeros momentos, y ofrece a los integrantes del grupo un puente, anunciándoles que, a partir de la siguiente sesión, se ha previsto dedicar una sesión para cada niño, sus padres y su familia.

La segunda fase comienza en la segunda sesión, en la que el tiempo se dedica a escuchar primero a los padres de un niño, se abre luego un turno de preguntas, que hacen los demás padres a los que exponen y luego, el terapeuta va recogiendo cuestiones que se habrían precisado y otras que será necesario “pensar entre todos”, para ir esclareciendo y, de esta manera, mientras se va haciendo el trabajo centrado en el niño escogido para esa sesión, se va construyendo el encuadre y se ofrece un segundo puente hacia la siguiente fase, la tercera.

La tercera fase se iniciará cuando todos los niños ya han sido presentados. A partir de allí la tarea se centrará en aquellas cuestiones señaladas anteriormente y mediante la participación activa de los padres trayendo situaciones concretas, como, por ejemplo, lo que sucede por la tarde en cada casa donde hay niños, que en poco tiempo se superponen la hora de merienda, la de hacer los deberes y las actividades extraescolares y, poco más allá, la hora de los baños, de la cena y, luego, de ir a dormir, todo lo cual constituye una escenificación de lo que sucede con las relaciones, las interrelaciones y los dinamismos grupales de una familia.

La cuarta fase da comienzo cuando en el grupo surge, generalmente de manera espontánea, alguna alusión a la fecha de finalización. Desde entonces y en la medida en que ya ha sido nombrado, el trabajo pasa a centrarse en los sentimientos que la finalización desencadena en sus integrantes.

Como profesionales de salud mental pública, consideramos que integrar la evaluación dentro de la asistencia es un desafío que no debemos ni podemos soslayar. Por eso, el bloque III, que incluye los capítulos 6 al 12 inclusive, lo dedicamos a la evaluación.

En nuestro servicio atendemos la franja de edad que va de 0 a 18 años, aunque en la realidad recibimos niños a partir de los 4 hasta los 18 años. En concreto, al grupo que presentamos acuden los padres de 5 niños y 3 niñas, que tienen, en esos momentos, entre 9 y 10 años de edad.

A modo de guía, exponemos nombres y las edades de cada madre o padre que asiste al grupo, nombre de su hijo y el motivo de consulta.  Se puede observar que se trata, en general de madres de alrededor de 40 y padres cercanos a la cincuentena.

Estela (42) y Juan (48), padres de Nicolás, que presentaba altos niveles de hiperactividad e impulsividad. Baja tolerancia a la frustración, dificultades con la autoridad y en la relación con iguales. Peleas con su hermano. Padres separados hace un año, con buena relación.

Celia (40), madre de Alberto, que presentaba mal comportamiento, competencia y celos con su hermana. Problemas de diferenciación y actitud inhibida en la relación. Padres separados hace un año, todavía en duelo.

Laura (44) y Marcos (48), padres de Luís, que presentaba trastorno de conducta, rabietas, problemas en el manejo de normas, siempre llamando la atención. Resultados bajos en pruebas de atención, aunque el profesional que lo derivó apuntó que se debía a que intentaba ir muy rápido.

Oriol (46), padre de Ismael, que presentaba posible déficit de atención y algunos problemas de aprendizaje. Inteligente y con capacidad imaginativa, pero muchos miedos. Se perdía en la fantasía y esto hacía que le costara prestar atención.

Sandra (46) y Julián (48), padres de Mónica, que presentaba autoestima baja, complejos e inhibición en la relación. Problemas en la escuela, repitió un curso. Enfados en casa.

Pedro (44), padre de Elisabeth, que presentaba ansiedad con la comida y miedo a dormir sola. Muy dependiente de la madre, con dificultades para aceptar al tercero. Problemas de relación en casa y en la escuela.

Mireia (42), madre de David, que presentaba tristeza y se le había diagnosticado depresión. Problemas para concentrarse en la escuela.

Juana (38), madre de Nerea, que presentaba mal comportamiento en casa y en la escuela. Dificultad en la relación con sus pares. A pesar de todo, buen vínculo con la maestra. Padres separados y madre con nueva pareja que se sentía desbordada por la niña.

SESIÓN 18

Asisten: Celia (Alberto); Sandra y Julián (Mónica); Laura y Marcos (Luis); Estela y Juan (Nicolás); Mireia (David); Oriol (Ismael).

Faltan: Luisa y Pedro (Elisabeth).

Entran a la sala, donde la observadora está en la puerta. Saludan y se van sentando.

Se hace silencio, todos se miran, algunos sonríen (mostrándose incómodos), otros miran al suelo.

Terapeuta: «¿Cómo les gustaría que continuáramos hoy?».

Estela: «Siempre nos cuesta arrancar al principio y luego ya nos animamos».

Se hace un breve silencio.

Laura: «Luís sigue teniendo pesadillas por la noche… Ahora no vemos que haya nada que lo desencadene. Antes era por el inicio del colegio, pero ahora no hay nada y sigue teniendo los terrores nocturnos. Además, nos llama por la noche y cuando vamos, él está enfadado con nosotros y nos grita y nos dice que nos marchemos».

Marcos: «Realmente nos cuesta de comprender por qué pasa esto».

Terapeuta: “¿Qué dirían los demás? ¿Cómo podríamos acercarnos a pensar esto?».

Sandra: «No sé… lo que veo es que nuestros hijos tienen una forma de expresarse diferente. Ayer mismo, con Mónica, tuvimos una pelea porque ella va a clases de refuerzo, porque va muy atrasada escolarmente. Como es final de trimestre, yo tenía reunión con la profesora y antes de entrar ya hicimos un pacto. Yo le dije: “¿Quieres entrar tú primera o yo?”. Ella me dijo que quería entrar primero. Entonces, cuando ya faltaban veinte minutos, entré yo y ella se puso histérica diciendo que no, que quería irse, que no quería que me quedara… Se tiró por el suelo, entonces yo no iba a ceder, tenía que hablar con la profesora y punto. Irme a casa era lo fácil, porque me estaba poniendo en evidencia delante de la profesora, pero pensé que no, que además, si me iba a casa, era una cuestión de que ella ganaba. Que no se trata de que gane o pierda, pero yo tenía que hablar con la profesora. Cuando empecé a hablar con la profesora, ya se calmó, no sé si porque ya no le prestábamos atención o porque vio que lo que decía la profesora era bueno y ella tenía miedo de que lo que me dijera fuera malo».

Estela: «Yo estoy segura de que lo que pasaba es que tenía miedo de que dijeran algo malo de ella. Y por eso se quería ir, para no escucharlo».

Sandra: «Sí… porque, como sabe que escolarmente tiene dificultades y le crea mucha inseguridad… De todas formas, estos días vemos mejor a Mónica, como viene Semana Santa, no tendrá que ir al colegio y tendrá vacaciones…».

Terapeuta: “Les propongo detenernos en este punto. Si nos acercamos con la pregunta de Marcos, reconociendo la incomprensión y el deseo de comprender, vemos que estamos en un punto de desencuentro: los papás no entienden al hijo y el hijo no se siente entendido. Pero, en la medida en que podemos empezar a ponernos en la piel y el lugar del niño, comienza a abrirse la posibilidad de comprenderlos a ellos y, quizás, salir del desencuentro. Si nos centramos en lo que plantean Marcos y Laura y partimos de la frustración de los padres, aparece un niño incomprensible: “No lo entendemos, primero nos llama para que vayamos a su habitación y luego nos echa de ella”. Lo mismo en el caso de Sandra y Julián: “Mónica, primero, acepta que la mamá entre y después, resulta que no quiere”. Si partiéramos de la conducta de los niños, seguimos con la pregunta abierta, pero si entramos a sus sentimientos, quizás podemos avanzar en encontrarle un sentido a lo que les sucede y a lo que hacen, podemos empezar a adquirir grados de comprensión que crean la base para salir de la incomprensión y del desencuentro. También hemos estado hablando de Álvaro, hermano de Nicolás. Al principio, los episodios que sufría se presentaban como enigmáticos, pero en la medida en que nos fuimos poniendo en su lugar y comenzamos a adquirir grados de comprensión de lo que le está pasando, los episodios dejaron de aparecer a nuestros ojos como enigmas».

Comentario (47): Los padres, con sus hijos, se sienten, cada vez más, como si estuvieran dentro de una encrucijada. Si reconocen la incomprensión, se dejan guiar por su deseo de comprender y se ponen en la piel de sus hijos, dejando de lado entrar desde la conducta, comienzan a reconocer los sentimientos de aquellos y luego los propios, entonces hacen la experiencia vivencial de alivio, algo de no intelectual, pero por otro, lo que observan y comienzan a comprender les responsabiliza, compromete e incomoda. Desde el cariño hacia sus hijos y las ganas de comprenderlos, sostienen la tarea terapéutica, y desde su carácter, se sienten atacados y expresan la necesidad de rebelarse. Se rebelan no solo contra lo que les transmite el terapeuta y los compañeros, que se van sensibilizando, sino, “paradójicamente”, contra las evidencias que les ofrecen las experiencias vivenciales que están teniendo y compartiendo.

Estela: «Bueno, ahora que hemos hablado con tantos especialistas, el médico, la psicóloga… estamos viendo que muchos de estos episodios son reales, pero otros son exagerados. Como ve que le prestamos más atención, el niño también se aprovecha. ¡Pobre! Es verdad que hay muchos episodios que son reales porque se ve, pero también hay otros momentos que ya ves que no… Nosotros, la semana pasada, tuvimos reunión con la terapeuta del grupo de niños y nos dijo que Nicolás es un niño que necesita constantemente ser el centro de atención y que es lo que ha pasado también en casa todos estos años, y por esto su hermano, con todo lo que ha pasado últimamente, ha dicho basta. Yo es que de carácter me parezco mucho a Nicolás, por esto chocamos tanto los dos».

Comentario (48): Estela se muestra muy ambivalente. Empieza a reconocer la evidencia de que, en lo que le sucede a Álvaro, (hermano de Nicolás) hay una fuerte carga de sentimientos acumulados, pero al mismo tiempo, y rápidamente, le atribuye manipulación al niño. Luego vuelve a reconocer que, con todo lo que ha pasado, es comprensible que, finalmente Álvaro haya dicho basta. Luego da un paso más allá y reconoce que su propia forma de ser es muy similar a la de Nicolás y que por eso choca tanto con él. Esta comprensión a la que está llegando, podría aliviarle, pero, por de pronto se le hace muy dolorosa e incómoda y la está viviendo con sentimientos contradictorios.

Sandra: «Nosotros tenemos la reunión esta semana. Lo que pasa es que nosotros vemos que, si Mónica es de esta manera ahora, cuando entre en la adolescencia no sabemos cómo será… A Julián a veces le gusta mirar este programa del hermano mayor y ves estos niños que pegan a sus padres, dan golpes, insultan… Nosotros, esto no, pero Mónica, cuando está muy enfadada, nos insulta, nos dice de todo, pegar no nos pega, bueno, a mí, alguna vez, cuando estaba muy enfadada, me ha llegado a dar algún golpe… Por eso pienso que, si ahora ya es así, no quiero saber en unos años».

Comentario (49): Sandra, que en sesiones anteriores había podido comenzar a sensibilizarse con los sentimientos de Mónica, vuelve a expresar su ambivalencia. Ahora ha vuelto a ponerle rótulos a la conducta de su hija, en este caso de “violenta” y da la impresión que, para mantener su propio carácter en firme se rebelara hoy, activando el miedo anticipatorio a lo que sucederá cuando Mónica entre en la adolescencia.

Estela: «Yo creo que este es el miedo de todos».

Terapeuta: “¿Qué dirían los de la otra parte de la sala? Parece que hoy solo hablan los de esta zona».

Celia: «Sí. Aquí estamos en la zona de los callados (se ríe). Pues la verdad es que Alberto está mucho mejor. Hablé con la profesora la semana pasada y me dijo que lo veía tan cambiado, mucho más abierto, responsable, capaz de hacer bromas, que se relaciona mejor… También le veo un gran cambio en casa. Está muy responsable, cuando llega se pone a hacer los deberes él solo, sin que tenga que decirle nada. Los miércoles, cuando viene a comer a casa, trae la mochila llena para adelantar los deberes al mediodía, porque sabe que después pasa la tarde con su padre y no hacen nada. Yo le digo: “Pero ¿por qué vienes tan cargado?”. Y me dice: “Ya sabes, mamá, que esta tarde estamos con el papá”. Yo me quedé alucinada, porque él me lo dijo como… ya sabes de qué va todo… Y ayer también vino muy cargado y le pregunté por qué, me dijo que tenía muchos deberes, pero, por ejemplo, religión solo tiene una vez a la semana, así que hasta después de Semana Santa ya no tiene clase, pero él me dijo que quería adelantarlo, y va y me suelta: “Mamá, ya sabes que dicen: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. Y pensé… ¡míralo! (Se ríe). En este sentido bien, incluso la profesora me dijo que en clase está muy trabajador, que cuando acaban la tarea de la clase pueden hacer los deberes que les quedan y que él siempre lo aprovecha mucho. Pero, por otro lado, está todo lo relacionado con su padre, que yo ya no puedo controlar. Ahora está de malas porque el padre les ha dicho que en Semana Santa su pareja estará permanentemente con ellos, y esto él lo lleva muy mal. Él me lo cuenta a mí, pero claro, intento que no se me note que a mí tampoco me gusta, pero claro, él me conoce a la perfección y a mí el lenguaje no verbal me delata, no puedo hacer nada… Ya intento que no, pero me es muy difícil».

Comentario (50): El terapeuta señala que hay una parte que se ha mantenido en silencio y comienza a hablar Celia, que, con su exposición, hace un contrapunto con Sandra y Estela. Celia reconoce los movimientos y avances de su hijo Alberto y, a la vez, reconoce que, en cuanto a la relación de Alberto con su padre, ella no la puede controlar y tiene dificultad para controlarse. Quizás expresa con ello que le encantaría controlar, se revuelve por tener que aceptar la realidad y acepta que tiene tarea pendiente con ello. Finalmente, muestra cómo su hijo sabe captar y comprender el lenguaje no verbal de ella, a pesar de su esfuerzo por evitar que se le note, con lo que abre un gran capítulo sobre cómo captan los hijos los sentimientos de sus padres y cómo los padres los de sus hijos.

Terapeuta: «Celia nos da a entender que ha hecho el proceso de comprensión racional de lo que puede y de lo que no puede controlar (señala la cabeza), pero que con el de aquí, el emocional (señala el pecho), aún está digiriendo».

Celia: «Es que es una digestión muy pesada (se ríe)».

Terapeuta: «¿Cómo escuchan todo esto los demás? ¿Qué se les ocurre?».

Oriol: «Bueno, es que mi hijo es muy diferente a los vuestros… Mi hijo nunca se enfada, no se mete en peleas, al revés, si alguien tiene que ceder en algo, siempre es él. Si hay un juguete y tienen que jugar dos, será él quien se retire porque piensa: “¿Discutir?, ¿para qué?”. Entonces, él siempre es el que cede. En este sentido, a mí me hacía pensar lo que contabais de Álvaro, el hermano de Nicolás (mira a Estela y Juan), porque a veces pienso que en algún momento Ismael lo sacará por algún lado. Alguna vez ya lo ha hecho en el colegio, se enfadó mucho y empezó a chillarle a la profesora e incluso tiró los libros por el suelo. Luego, cuando hablé con la profesora, me dijo que, claro, que no se lo esperaba de Ismael… que, de todos, era del último que pensaba que podría hacer una cosa así. Por otro lado, es un niño al que le cuesta mucho ponerse a hacer las cosas. Con los deberes, puede hacer bien todas las multiplicaciones y luego estar distraído y hacerlas todas mal, tienes que estarle muy encima para que haga las cosas».

Terapeuta: «Oriol nos da a entender que Ismael tendría un estilo de aguantar y quedarselo todo por dentro, hasta que llega a un punto en el que explota».

Estela: (Cortando al terapeuta) «Sí, es que yo veo que lo que le sale a Álvaro cuando tiene estos episodios son cosas de hace meses o incluso años. Que pienso: pero ¿cómo puede acordarse de esto? Son cosas que parece que no les afecten, pero a ellos se les quedan dentro y luego te sorprendes de que aquella cosa le hubiese afectado tanto, cuando parecía que no».

Comentario (51): Oriol, que también se había mostrado a la defensiva en sesiones anteriores, estimulado por lo que expresó Estela en relación con Álvaro, puede sensibilizarse, ponerse en la piel de Ismael y acercarse a comprender la presión que puede estar experimentando en sus sentimientos. Estela, entrando al interior de sus hijos, los redescubre y se sorprende ante la carga de sentimientos acumulada por Álvaro, que comienza a poder hablar al respecto. De esta manera, Estela se acerca a reconocer y comprender el sufrimiento que puede experimentar Álvaro si no expresa lo que siente y se queda bloqueado por dentro. Se puede observar, en este pasaje, la fuerza de la dinámica grupal, ya que lo expresado por Estela puede llegar a los sentimientos de Oriol y lo que expresa este activa los sentimientos y la comprensión de Estela. Podemos pensar que esta dinámica está generando un movimiento similar de activación de sentimientos y pensamientos en todos los integrantes.

Terapeuta: «Y me pregunto: ¿qué se le ocurre a Mireia?».

Mireia: «Bueno, David no se pelea mucho… Solo con su hermano mayor, con él sí que se pelean. Él es más como el suyo (señalando a Oriol), siempre hay que tirar de él para que haga las cosas».

Terapeuta: «Si nos fijamos, habría un punto común en todas las situaciones que estamos tratando, y es que, si nos centramos solo en nuestras expectativas o frustraciones y en la conducta de nuestros hijos, no podemos tener en cuenta lo que les sucede y, de esa manera, nos instalamos con facilidad en la incomprensión que lleva al desencuentro. Como están creciendo y tienen que madurar, a los niños, muchas veces, les resulta imposible entrar en nuestra lógica. En esas condiciones, se construyen los círculos viciosos o bucles relacionales. Así llegamos a sentirnos incomprendidos y solos y, paradójicamente, nuestros hijos llegan a sentir lo mismo. Ahora, y como ya está sucediendo en las situaciones que observamos, también es posible que nosotros entremos en la lógica de ellos, en su mundo, y empecemos a conocer lo que sienten, piensan y hacen. Se nos abre, entonces, la posibilidad de comprender lo que les pasa, de poder acompañarlos y, gradualmente, comenzar a encontrarnos con ellos, así podemos comenzar a desmontar el círculo vicioso. Las cosas que estáis trayendo nos muestran que se están produciendo movimientos, que estáis generando movimientos y que también los niños comienzan a generar movimientos, aunque no entendamos muy bien lo que está sucediendo. Con estos movimientos, el círculo vicioso relacional se está transformando y, con ello, más que un círculo, es como si fuera un cuadrado».

Laura: «Bueno, pero con puntas aún un poco ovaladas» (Se ríe).

Estela: «Sí… (mirando a Laura)».

Terapeuta (también ríe): «De acuerdo, pues, un cuadrado con puntas un poco ovaladas. La cuestión es que ya no es un círculo y, de esa manera, podemos evitar entrar en la guerra entre padres e hijos, en la que los dos bandos se hacen daño, defienden solo su razón, nadie pide disculpas y en la que, cualquiera que sea el resultado, es una derrota para todos. Por eso, es importante que podamos utilizar la llave que nos ofrecen nuestras capacidades y comprensión para entrar en la lógica de ellos y poder acompañarlos, porque para ellos es mucho más difícil entrar en la nuestra.

Ahora se ha hecho la hora. Lo vamos a dejar por aquí por hoy y nos veremos después de Semana Santa».

Todos se levantan, se van despidiendo y deseando felices fiestas.

Comentario de la sesión (52): La sensibilización de padres e hijos está generando movimientos que permiten experiencias vivenciales de encuentro emocional con sus hijos. Eso alegra, alivia y da esperanza a los padres, pero estas nuevas experiencias son recibidas por ellos con extrañeza y, a la vez, con cierto dramatismo, ya que, a la vez, les confrontan internamente, incomodan y responsabilizan. Ante este conflicto que se configura dentro de los padres, estos pueden experimentar una fortísima tentación de volver atrás y reafirmarse en el funcionamiento que arrastran desde hace muchos años. Se configura, entonces, una lucha desigual entre las nuevas experiencias vivenciales de encuentro cariñoso con los hijos, que representan «pequeños retoños» y la dura «coraza caracterial», racional e intelectual, construida a lo largo del tiempo a partir de muchas situaciones de frustración y sufrimiento.

Sortear este momento representa, a la vez, un desafío para cada padre, para el grupo, para el terapeuta y para todo el dispositivo, y abre interrogantes sobre cómo se llegará al final de la experiencia y cuál será la evolución de cada padre y de cada niño.

Enrique Ger, Elena Trullen y Emma Clarós